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El tiempo es como Dios. Cada uno tiene en mente una definición ligeramente distinta al resto; no todos se sienten cómodos hablando de este; muchos otros ni siquiera creen en él.

Nunca he tenido claro cuál es la finalidad del tiempo, ni cómo lo hemos de tratar. Habrá momentos en que desearemos que se haga eterno, que corra lento, o que se pare un momento a descansar. En otras ocasiones preferiremos que los relojes aceleren. Pero todo depende de cada uno, y de cada momento.

No obstante, se desconoce la fuerza que controla su velocidad, y nadie podrá nunca decidir cómo administrarlo.

A todo esto, solo nos queda aceptarlo tal y como es. Al fin y al cabo, vivimos un tiempo determinado; cada uno aparece en un momento concreto, y todos tenemos nuestro tiempo contado.

No me gusta hablar sobre esto. No sé si quiero acelerarlo o frenarlo, si quiero creer en su existencia, o si bien prefiero no prestarle atención. Es todo un misterio, no se conoce exactamente su función, sus características, su valor...

Siempre nos quejaremos si no lo tenemos, pero tampoco somos felices cuando nos sobra por todos los lados. Nunca estamos de acuerdo con él, ni él con nosotros. Y aún así estamos controlándolo en todo momento, con relojes con manecillas, con números que se van sucediendo, o simplemente fijándonos en la posición del sol.

Quién sabe si algún día lo entenderemos. Quién sabe...
Todo es cuestión de tiempo.

801.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora