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Aquí estoy un día más, solo, inquieto, silencioso.

Han decidido todos disfrutar de la noche de una forma u otra. Todos excepto yo. Con lo bien que te iría salir y despejarte un rato, me dicen. Pero no es tarea tan sencilla. O al menos no para mí en estos momentos. Me he quedado solo, y es justo lo que necesitaba. Un rato conmigo, con mi música y con mis pensamientos. Lástima que estos últimos me destrocen la noche.

La gente suele decir que quiere desaparecer un tiempo, huir, escapar. Pero, ¿qué pasa si no puedes escapar más de lo que ya has escapado? Estoy lejos de todos, de todo, y aún así siento esa necesidad de borrarme del mapa un poco más. A lo mejor necesite borrarme de todas partes, incomunicarme, sin dejar rastro. Sin la posibilidad que nadie me encuentre, con el fin de encontrarme a mí. No sé cuál es mi destino, no sé qué me depara, desconozco qué me tocará vivir mañana.

Con la incertidumbre de vivir una vida ajena a la mía, me pregunto qué podría hacer. Este instante es perfecto para coger dos cosas, quitar la batería de mi teléfono móvil, abrir la puerta y cerrarla cuando ya esté fuera. Bajar todos estos amargos pisos con el ascensor, y pisar la calle, al mismo tiempo que el viento me pisa la cara. Empezar a caminar rumbo a ningún sitio, aunque probablemente escogería andar en dirección a la playa. Es algo que siempre me calma. Tampoco iría muy lento. Empezaría despacio, pero aceleraría por el miedo a que me encuentren, y me tenga que excusar. Aceleraría el paso, cada vez más, hasta verme sumergido en una carrera por llegar antes a ninguna parte. Gritaría nada más quedarme solo, y correría aún más sobre la arena. Mi pulso aumentaría, mi cuerpo se resentiría. Sudaría todos mis sentimientos por cada uno de mis poros, hasta poder ahogarme en ellos. Entonces me bañaría, para limpiar el dolor de mi alma, y me dejaría arrastrar por la corriente. Sumergiría mi cabeza, gritaría con las pocas fuerzas que me quedarían. Los peces me observarían confusos, y me seguirían.

Una vez fuera del agua, tiritando, me dispondría a andar más tranquilamente y desahogado hacia el faro, y allí observaría el oscuro horizonte hasta ver cómo el sol reaparece y anuncia el nuevo día (el nuevo día, lo digo como si tuviese algo de novedoso).

Espera un momento. ¿Qué hago aquí cuando podría estar haciendo exactamente lo que acabo de describir? No me entiendo. Pero, ¿acaso alguien me entiende?

801.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora