Capítulo 17- InSEXtos

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Fue la mejor descanso de noche que tuvo Micaela. En el San Antonio por lo menos. Nisiquiera tenía pereza cuando tuvo que apagar su alarma, que había ubicado en la cómoda frente a su cama para tener que levantarse sí o sí para silenciarla. Cuando estuvo fuera del calorcito de su cama, se dió cuenta. Del tremendo frío que hacía. Parecía que por fin el otoño-invierno estaba apareciendo. No ayudaba mucho que su pijama consistiera en un shortcito y una musculosa. Pero cómo iba a adivinar ella que el clima agradable de ayer iba a desaparecer esta mañana? Se abrazó con sus propios brazos cuando sintió el viento helado. Sus ojos se encontraron con la cama vacía que le había pertenecido a Francheska, su escritorio, su cómoda, su mesita de luz, y era obvio quién había abierto la ventana. Micaela caminó hasta allí para cerrarla, temblando del frío. Ese era el plan de Francheska? Congelarla hasta la muerte? Bueno, iba a tener que probar con otra cosa.

No es que ella quisiera que lo haga. Al contrario.

El sonido de la alarma de alguien más retumbó por las delgadas paredes y Micaela miró por la ventana. Casi directamente enfrente, alejado por los arrayanes y el camino de piedra que recorría toda la escuela, estaba el Catania. Estaba Bruno. Empezó a preguntarse si él estaba despierto, dónde quedaba su cuarto, si podía verla desde su ventana. El último pensamiento la dejó afligida y se enderezó, acomodandose un poco el pelo. Por suerte, Micaela se duchaba de noche, así que podía pasar la más de media hora que tenía pensando que iba a ponerse hoy. El sol recién estaba asomándose cuando Micaela abrió el armario y examinó sus opciones.

- No tenía este problema en Mardel.

Revisó las perchas que tenía colgadas una por una, pensando que zapatos combinarían con que vestido. Qué remeron o túnica quedarían mejor con que calza o medias. Su mente volvió a Bruno. Qué se pondría hoy? Le gustará lo que se pondrá ella? Parecía que tenía 14 de nuevo cuando quería ponerse un traje de baño que le haga pensar a Julián que era linda cuando hizo una fiesta de cumpleaños en la playa.

Su mano se detuvo en un remeron verde. Lo descolgó y lo colocó frente a ella, recordando como Bruno había dicho que el verde era su color favorito. Mordiendo el interior de su mejilla, se dió cuenta de que era una mala elección porque era mangas cortas y ella no había querido comprar un tapado. No podía ponerse una campera con capucha a menos que quisiera dejar la impresión de que era muy pobre como para comprar un tapado decente. Tendría que ponerse un blazer. O simplemente un jean y zapatillas. Se podría poner sus botas peluditas, pero todavía tenían barro de su aventura nocturna en el bosque. Estresada, decidió que primero se cepillaría los dientes, se pondría rimmel y recién ahí entraría en crisis. Aparte, si sólo le quedaban cinco minutos para vestirse, tendría que ponerse lo primero que encontrara. Y por suerte sus looks armados a las apuradas no salían nada mal.

Todo el mundo tiene talentos.

Otra alarma sonó más allá en el pasillo y Micaela abrió la puerta del baño. Le llevó un par de segundos encontrar la luz, y tuvo que cerrar los ojos ante el repentino brillo de la luz en el espejo, los azulejos y la pared de un pálido dorado. Escuchó un quejido y se dió cuenta que la puerta frente a ella estaba abierta, la puerta a la habitación de Cynthia. Mierda. Hizo tres pasos gigantes y silenciosos para cerrarla cuando

- Nuevita.

Micaela se congeló, preocupada. No sabía si porque había despertado a Cynthia o porque ella la había llamado nuevita. Probablemente fueran las dos. La voz de Cynthia en las mañanas era angelical, igual. Melódica y poderosa. Metió la cabeza en la habitación de Cynthia, más oscura que la suya por las cortinas azules oscuras que cubrían la ventana. Era ella o ésta habitación estaba siempre a oscuras? Había aunque sea una lámpara acá? No le llevó mucho encontrar a Cynthia, que estaba ahora sentada en su cama refregándose los ojos. Su cabello oscuro estaba atado en un rodete suelto a la altura de la nuca, y unos cuantos mechones le caían sobre el rostro. Micaela estaba celosa. Ella parecía el Grinch y Cynthia estaba lista para las fotos de un catálogo de camisones satinados.

En Sólo Dos SegundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora