Capítulo 5- Conociendo más

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- Che, odio decir esto, pero se me hace que es hora de volver.

Micaela había estado pensando lo mismo, pero no lo quiso decir. Estaba tan contenta acá. En el lago. Con Bruno. Le gustaba sentarse junto a él. Habían charlado de todo, desde mascotas de la infancia a comidas favoritas. Y Bruno parecía realmente interesado en sus respuestas, no como otros vagos que sólo lo habían para levantarse minas. Tipo Gonzalo. En la hora que habían estado sentados en el muelle con los pies colgando había aprendido cosas de Bruno que le costó años de conocer a Julián para saber.

Sabía que tenía tres perros en su casa: un mastín tibetano llamado Yoda, un chow chow llamado Marlon y un bulldog francés llamado Bruna. Si, era su femenino. Micaela también se rió. Quería un cuarto perro, un Rottweiler, pero su mamá se había negado porque según ella los tres perros que ya tenían no recibían atención suficiente con él en el colegio y ellos trabajando. No hay chance de que Mica se acuerde de tantas razas y nombres mañana pero había sido lindo escucharlo. Su casa que no era un hotel, si no una finca, estaba en las afueras de la capital, camino a Rosario, y era allí donde estaban los tres perros porque no podían estar en una habitación de Hotel. En la finca tenían hectáreas verdes por las que correr y jugar.

Micaela se rió. Su mamá no le dejó tener ni un perro, aunque le había pedido un caniche toy desde que tenía 7 años.

- Te voy a comprar uno.

Le prometió Bruno entre risas.

- Mira que te tomo la palabra, eh?

Le respondió Micaela, que no creía que hablara enserio.

- Te lo prometo.

Le aseguró, apretándole la mano como si hubieran cerrado un trato importante.

Sabía que tenía una suite presidencial en el Four Seasons de capital, que queda en Recoleta.

Sabía que sus padres viajaban todo el tiempo, y que rara vez estaban en casa, pero siempre estaban ahí para él y se interesaban en todo lo que le pasaba y el los respeta mucho.

Sabía que su color favorito era el verde, como el de ella, y que su cumpleaños era el seis de marzo.

Sabía que tenía una novia llamada Laura, que era la antigua compañera de cuarto de Francheska, y que había desaparecido en diciembre del año pasado. Sabía que cada vez que hablaba de ella, se rascaba la nuca. Micaela no sabía si era un tic nervioso o un tic de chico enamorado. Pero realmente quería que no fuera la segunda. Sabía que Laura tenía unos ojos grises únicos, que bajo la luz del sol tenían reflejos de todos los colores posibles. Y sabía también, que aunque quisiera, nunca sería para Bruno ni la mitad de lo que es Laura.

Pero eso no le iba a impedir intentarlo.

Además, el le había dicho que ya estaba cansado de esperarla. Ni siquiera sabía si seguían estando juntos. No habían hablado en meses y él no tenía idea porque. Le dijo que ya no quería seguir siendo miserable mientras la esperaba. Que por mucho que la amara, tenía que olvidarla, porque obviamente ella se había olvidado de él. Y eso le dio un poco de esperanza a Micaela.

Suspiró y llevó sus pies al muelle para volver a calzarse las botas.

Después de todo, era su primer día de clase, y pensó que era mejor volver antes de que la expulsen el día de su llegada.

- Me parece que sería lo correcto.

- No tendríamos por que ser correctos igual.

Micaela sonrió.

- Ya me hiciste ratearme de mi primera clase. No puedo ratearme de dos.

Bruno le sonrió burlonamente.

En Sólo Dos SegundosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora