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—¿Qué le pasa? Pensé que ya se había acostumbrado a esto... —empuñó su mano contra el hombre.
Gemidos de dolor se escuchaban por los pasillos vacíos y solitarios, era ya una costumbre de cada mañana durante los fines de semana, sin descanso alguno. A pesar de que eran muy seguidas sus "jugadas" como él lo llamaba, podía acostumbrarse al dolor de ser golpeado, era preferible eso o cualquier otra cosa antes que al dolor interno que era insoportable cada día que pasaba.
—Dígame señor Morgan... ¿No está cansado ya de esto? Porque para mí es más que un placer continuar... —el hombre sonreía como si fuera un total triunfo masacrarlo.
—Pues... Se lo agradezco... —siguió la actitud de "Knock" como se hacía llamar.
—Siempre tan sarcástico, año tras año de serlo... Jamás se le quitara al parecer...
—Deberías de saberlo ya, eres lo más cercano a una familia para mí. —rió secamente.
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—Muy gracioso... —se puso de cuclillas frente a la silla de Daniel. —Espero que le siga quedando esa sonrisa cuando por fin vea destruido todo lo que dice amar...
—Esta destruido desde hace 15 años, no será sorpresa.
Se puso de pie dándole la espalda. —Tal vez tenga razón. —la puerta se azoto una vez que salió.
Morgan se quedó a solas en ese lugar oscuro donde lo dejaban casi el día entero para castigarlo de algún modo, esos momentos de soledad eran la peor tortura, quedarse a solas consigo mismo y esos recuerdos, era lo único que le quedaba ahora. Solo memorias de esa época donde era feliz junto a las dos mujeres que más amaba, teniendo una familia que jamás hubiera cambiado por nada en el mundo, eso que le arrebataron de la forma más cruel.
Uno de los hombres de guardia entró con esos aires de grandeza que tenían todos aquí luego de unas horas, quito las cadenas que ataban los pies del hombre y con brusquedad lo empujo hasta el lugar donde había sido su hogar por tantos años. Junto al único que consideraba su amigo después de la muerte Tom... Justin, quien había sido traído unos meses después que a ellos dos.
