R

218 5 0
                                    

ME LLAMO MADISON ETCHART

ME LLAMO MADISON ETCHART

ME LLAMO MADISON ETCHART

ME LLAMO MADISON ETCHART

ME LLAMO MADISON ETCHART

Hoy es un día especialmente especial.

Hoy R. me ha traído un cuaderno.

He ido detrás de ti durante mucho tiempo y hoy te tengo. En tu interior tienes líneas de un

azul que parece diluido en agua y unos márgenes rosa fluorescente, exactamente igual que la

falda que seguía poniéndome para jugar al tenis, que se había quedado demasiado corta y me

obligaba a llevar un short debajo, todo por culpa de Stanislas. Mides 21 x 30 centímetros y en

la tapa llevas a Dora la Exploradora. Escribo estas palabras gracias a un bolígrafo retráctil con

una mochilita que se balancea en su extremo sujeta por una especie de escubidú verde (cada

vez que R. me trae algo, cualquiera diría que cree que tengo cuatro años y medio, pero vamos

a dejarlo). Dice que tú eres para mí y solo para mí, que te puedo garabatear y hacerte lo que

me dé la gana, que nunca vendrá a mirar qué tienes dentro. Da igual. Voy a buscarte un

escondrijo.

No hay muchos escondrijos por aquí. O al menos no hay ninguno lo suficientemente

grande para que se meta una chica. Pero un cuaderno, aunque sea de tu tamaño, podría caber.

He pensado mucho antes de estrenarte: mi cerebro tenía que configurarse de nuevo como

un ordenador que ha estado demasiado tiempo desconectado. Desde luego, he escrito mucho

en mi cabeza porque no puedo evitarlo (además, antes de ti no te creas que ha sido pan

comido todos los días). Lo que pasa es que en la cabeza es distinto: se puede corregir, y a ti no

voy a hacerte tachones, ya que R. olvidó comprarme corrector blanco. Si estuviera aquí,

mamá repetiría constantemente que tengo el «Síndrome de la vuelta al cole». ¡Siempre lo

mismo! Estoy tan emocionada con las nuevas provisiones que duermo con ellas, pero en

realidad no duermo por el miedo que me da que se estropeen o que al darme la vuelta pueda

doblar las hojas o que los cartuchos de tinta se despachurren y hagan unos estragos bestiales.

La última vez que tuve el síndrome, hice compras de adulto, me refiero a cosas serias del tipo:

—una pluma con plumilla metálica plateada

—cuadernos Clairefontaine

—una agenda con tapas de plástico imitación cuero

—notas de quita y pon aunque no con forma de corazón

y nada de las cosas que me gustaban cuando estaba en primaria, más o menos del estilo de:

—rotuladores con brillos

—carpetas con estrellas

—lápiz de dibujo Hello Kitty

—gomas con forma de cosas (sobre todo de nube)

No quería que los demás se pitorrearan de mí, y más cuando voy un año adelantada y soy

Nunca olvides que te quiero - Delphine BertholonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora