Aquel 4 de abril, cuando los inspectores vinieron a entregarme en mano la carta de
Madison, tuve la impresión de que una patada en el culo me enviaba de regreso al pasado.
Eso, evidentemente, antes de leerla.
Después de un año chutándome antidepresivos, había empleado todos los medios para
borrar a Louison y al mismo tiempo a Twist, Twist en todas sus formas: el libro, la historia, la
niña. Voy a ahorraros los sórdidos incidentes que animaron mi vida pos Querido Stanislas:
quien haya vivido una pena de amor sabe a qué me refiero. Escondí mi depresión a mis
padres, no era cuestión de encontrarme encerrado en una habitación acolchada por «conducta
suicida latente», pero desde el pasado invierno estoy mejor. Incluso fui capaz de dar el pego
en las pasadas Navidades: comí, bebí, bromeé. El curso escolar en Meaux transcurre con
normalidad, al menos mejor que el anterior, algo que tampoco es tan difícil.
No quería oír hablar más de amor. Antoine intentaba sacarme de casa y, cuando no podía,
me inflaba a películas de acción cargadas de testosterona, una terapia brutal que acabó por dar
sus resultados, pues gracias a las copas semanales que me obligaba a que nos tomáramos
juntos conseguí recordar a la Pelirroja. El efecto desinhibidor de las cervezas multiplicado por
diez con las píldoras milagrosas me llevaba a soltarme y a expresar el incipiente deseo de
«reencontrarla». Cuando se enteró de que de nuevo era una chica a la que nunca había
dirigido la palabra, me trató de «supererotómano», aunque con cariño, pues en su opinión mi
interés por alguien que no fuera Yo misma era el indicio de una curación inminente.
He cenado unas cuantas veces con Ellie desde aquel primer café que tomamos por
iniciativa suya.
Con Ellie todo es sencillo. Claro. Fácil.
Me parece guapa, pero no me impresiona.
Yo le parezco guapo: le encantan los jerséis de rayas.
Ante ella no pretendo ser quien no soy, ella no espera que sea otro. Cuando le hablo, me
escucha. Cuando la escucho, me interesa. No busco en sus respuestas algo que no está allí, no
doy siete vueltas con la lengua en la boca antes de emitir un sonido. Como diría Madison, a
eso se le llama UN DIÁLOGO. La conozco desde hace quince días y han sido días límpidos.
Desde el Jardín du Luxemburg hasta aquel 4 de abril pasé tres años oyendo latir un corazón
que no era el mío. No imaginaba que Madi pudiera cambiar mi vida hasta tal punto: sin
embargo... Desde que abrí su carta, ahora hace un mes, se desencadenó una metamorfosis:
potente, rápida e irreversible.
¡Stanislas!
Te parecerá rarísimo tener noticias mías, ya que hace casi cinco años que no
nos hemos visto.
Tranquilo, a todo el mundo le parece raro.
Mis padres me han dicho que ahora vives en París. Como sabes, también vive
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Nunca olvides que te quiero - Delphine Bertholon
Teen FictionHacía tanto tiempo que no nos habíamos dicho nada... Madison tenía 11 años cuando fue secuestrada. Es una niña viva, alegre y divertida que desde muy pequeña ha desarrollado una fuerte personalidad, repleta de imaginación y creatividad, y que inclus...