LIBRO III

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Guéthary, 14 de abril

19°, mar tranquilo

Cariño:

Mi chica mayor...

¡Quince años!

Si aquel día me hubieran dicho que cumplirías quince años sin que hubieras

reaparecido, sin que supiéramos nada de lo que te había sucedido, seguro que me

habría tragado todos los frascos de pastillas de una sentada y hoy dormiría bajo

tierra.

Ahora, por supuesto, no me lo puedo permitir. Salomé me necesita, Raphaël

me necesita. No quiero morir: solo quiero saber. Lo de no saber me mata, Madi;

nos mata a todos. Lo que voy a escribir tal vez parezca infame, PERO a veces he

llegado a desear que encontraran tu cadáver.

Evidentemente, eso no es lo que quiero decir. Eras una chiquilla tan lista, tan

perspicaz... ¡Tan madura para tu edad! Sea lo que sea lo que ha pasado, seguro

que te has convertido en una joven inteligente y sé que comprenderás los

paradójicos sentimientos que cruzan mi corazón.

La espera es algo terrible, Madi. A veces lo que me gustaría es tener un lugar

donde poder llorarte.

Voy a hablarte de cosas más alegres, pues tengo algo que explicarte.

Igual no te lo crees: ¡Amélie tiene novio!

Cuando estaba a punto de cumplir los treinta y cinco, cuando creíamos que

todo estaba perdido después de Vadim, ¡por fin tu tía encontró el gran amor! Le

ha costado tiempo pero si es el adecuado —como lo fue tu padre para mí— no

habrá tenido ninguna importancia: al fin y al cabo, ¡yo tuve a Salomé después de

los cuarenta! Lo más gracioso es que se trata de un hombre al que ha tenido años

y años ante sus ojos, pero nunca le prestó atención. Las penas de amor no te dejan

ver más que lo que quieres, qué se le va a hacer. Amélie no es distinta a mí. No es

distinta a ti. Ni distinta a nadie: todas somos iguales.

Ese hombre también trabaja en el Museo del Mar: da de comer a los animales.

Se pasó años mirándola sentada tras su mostrador, pero ella, por supuesto, solo

tenía ojos para los oceanólogos, los biólogos, los ornitólogos, todos esos popes del

mar acristalado, esos científicos enjaulados. Tampoco es distinta a , nuestro padre.

Y si eran extranjeros, exóticos, con la aureola del misterio de las tierras lejanas,

¡mejor que mejor! De modo que un muchacho del país, que se pasaba el día

manipulando el pienso, pues... De todas formas un hombre que da de comer a los

tiburones y acaricia las focas... ¿te imaginas? A mí me recuerda a Johnny

Weissmuller. Pero ya lo sé: yo soy de otra época.

Hace unas semanas anunciaron el cierre del museo por obras: durarán tres

meses. Y él, Mathis, pensó: «¡Tres meses...!, ¡No voy a sobrevivir!».Y se lo dijo.

La misma noche que lo habían anunciado, se fue a verla y, mirándola a los ojos le

dijo:

«Tres meses sin verla, Amélie, no sobreviviré.»

Ella lo miró por primera vez.

A veces basta con mirar las cosas de frente para que empiecen a existir.

A veces lo que parece imposible está al alcance de la mano.

Así pues, hija, miraré tu regreso de frente.

Hoy he decidido creer en los milagros.

Feliz cumpleaños, Madi.

Raphaël y Salomé se unen a mí para quererte.

Mamá.

Nunca olvides que te quiero - Delphine BertholonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora