—¡Me voy a Rusia! —exclamó Louison sentándose en el bar de debajo de su casa, del que
nos habíamos convertido en habituales en aquellos cinco meses de relación.
—¿Cómo? Pero ¿cuándo?
—Dentro de una semana, si no hay novedad.
—¿Y me lo dices así, de golpe y porrazo? ¿Te quedas conmigo o qué? Ya tengo los
billetes, mis padres nos esperan...
—No te lo tomes así, Stan, ¡estoy tan contenta! Me habría gustado ir a tu casa, pero esta es
una oportunidad que no puedo desperdiciar, ¿no lo entiendes?
—No, no lo entiendo. De verdad, baby, no lo entiendo.
Me lanzó una mirada asesina por aquel mordaz «baby» que le acababa de soltar en las
narices. Encendió el cigarrillo, con el célebre mechero A. D. que me había regalado ella
cuando cumplí los veinticuatro. Hizo un gesto al dueño pidiendo un café.
—Oye, tengo toda la vida para ir a la costa vasca. Además, sabes bien que no soporto esa
zona.
—Entonces, ¿por qué dijiste que sí?
—No sé. Para que estuvieras contento, insististe tanto...
—¿Y Yo misma se va para cuánto tiempo? —pregunté por fin, sin dar crédito a que fuera
yo quien dijera lo que estaba diciendo.
—Un mes y medio.
Llevaba un vestido retro estampado con lágrimas multicolores y en él vi la señal precursora
de un cataclismo de gran envergadura. Tragué la información pero seguro que palidecí, pues
me tomó la mano por encima de la mesa mientras con la otra ponía azúcar en su café.
—Si no he comprendido mal, ¿nos separamos?
Frunció las cejas y puso cara de no saber qué le contaba.
—No, ¿por qué? No veo la relación.
—Dejas colgadas nuestras vacaciones en el último momento para irte a la otra punta del
mundo con... ¿con quién, vamos a ver?
—Con mi colega polaco. Viktor, ya te he hablado de él. Con él fui a Suecia.
—De modo que —dije— dejas colgadas nuestras vacaciones para irte a pasar el verano en
Rusia con un polaco... Así que llego a la conclusión de que para ti nuestra relación tiene poca
importancia.
—Basta, Stan... —respondió estrechándome la mano—. Hacía mucho tiempo que no
estaba tan bien con alguien. Compartimos muchísimas cosas y además, gracias a ti, estoy
progresando en mi trabajo... nunca había hecho fotos tan buenas como desde que te conozco.
Me siento en una efervescencia intelectual tan provechosa... Me aportas mucho.
—Sí, te aporto, Louison. ¿Pero te importo algo?
—Oye —replicó ella, irritada, retirando la mano—, me voy porque es importante para mí.
Podría solicitar una beca con las imágenes que traiga, puede que incluso piense en una
exposición. Siempre he soñado con ir allí. ¿Tú crees que una relación tiene como objetivo
ESTÁS LEYENDO
Nunca olvides que te quiero - Delphine Bertholon
Novela JuvenilHacía tanto tiempo que no nos habíamos dicho nada... Madison tenía 11 años cuando fue secuestrada. Es una niña viva, alegre y divertida que desde muy pequeña ha desarrollado una fuerte personalidad, repleta de imaginación y creatividad, y que inclus...