LIBRO II

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14 de junio, 21. 1 3

Han cambiado bastantes cosas en estos últimos tiempos.

Como ves, eres un nuevo cuaderno, también he conseguido un calendario gracias al que

ahora sé en qué día estamos (por tanto, he dejado lo de dibujar almohadillas en la pared

porque era muy deprimente. Ahora hago cruces en casillas: XXX). Pero tengo que contarte

muchas cosas de antes de llegar a HOY.

Hace dos años, día tras día, que estoy con R.: te conseguí a ti y al calendario el día de

nuestro «aniversario»; el aniversario de mi secuestro (te juro que está majara). Supongo que

yo también, igual que mis padres, me he resignado. Por supuesto que hace una eternidad que

sé que esta historia del rescate era un camelo, pero eso no cambia casi nada, ni para mí ni para

ellos: después de tanto tiempo, seguro que piensan que estoy muerta y yo procuro hacerme a

la idea. Algo que, como comprenderás, no es lo que se dice fácil.

Desde Dora (que está detrás del zócalo donde también te escondo a ti) hubo otro cuaderno

antes que tú, pero R. lo quemó en el lavabo cuando dio con él; se ve que no tuve mucho

cuidado. Algunas cosas no le gustaron, detalles sobre lo de que me acaricio, que según él es

pecado mortal, pero aun así a veces sigo, porque es realmente pesado con sus letanías de cura.

De aquel día ha quedado una gran marca negra en el techo de mi habitación: tosimos

muchísimo y esto apestó a humo durante semanas, pero R. dijo que así me acordaría siempre

de mi falta. No te cuento lo que lloré, ¡estilo crecida del río Nivelle...! A partir de entonces

conseguí negociar que llamara y no entrara antes de que yo dijera «Adelante», explicándole

que no era para esconderle secretos sino porque una chica de mi edad necesita intimidad en su

habitación. Creo que fue porque utilicé la palabra «habitación» por primera vez por lo que por

fin cedió y ahora lo respeta. No quisiera que tú también acabaras inmolado en el lavabo,

aparte de que ese incendio microscópico me provocó asma o un rollo así bastante

desagradable.

Sé mi edad exacta: tengo TRECE años y DOS meses. Mis senos han crecido (¡resulta que

no son tan pequeños!) y desde hace unas semanas tengo el «menstruo», como dice R., así que

casi soy una auténtica mujer. El día que pasó esto, puso un espejo en mi estancia y dijo que

era una forma de celebrar el acontecimiento: a él le parecía un acontecimiento extraordinario,

pero a mí me pareció espantoso (tuve un dolor de barriga como si me hubiera tragado una

herradura, pero dejémoslo). En el lugar del espejo, vi una chica alta y delgada, con una

cabellera muy larga llena de reflejos rojos, los pómulos prominentes, la tez pálida como un

fantasma. Tuve un sobresalto, corrí hacia R. y le pregunté, asustada:

—¿Quién es esa?

No pretendía hacer una gracia: realmente creí que había alguien más allí y me parecía

Nunca olvides que te quiero - Delphine BertholonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora