Guéthary, 21 de marzo,24°, cielo negro, mar blanca

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Cariño:

¡Adivina a quién he visto hoy! ¡A Stanislas! Ha venido a pasar el fin de semana

con su familia. Hacía mucho tiempo que no lo veía. En realidad, no lo había visto

desde que.

Nueve meses.

Es verdad, es un chico guapo, y además brillante. Su padre hubiera preferido

que estudiara medicina como su hermana, pero aun así las cosas le van muy bien.

Tiene intención de subir a París el año que viene para el diploma, y su madre las

pasa canutas. No me lo ha dicho, ni hablar, es demasiado exquisita, pero a mí no

me la da. En fin, volviendo a Stanislas, ha dejado a Alice. ¡Y sé que la noticia te

hará feliz! Claro que nunca me has hablado de ello, pero ¿tú qué crees? Tu madre

tiene ojos y los usa para ver, cariño. Nunca se te han dado bien los secretillos,

además he leído tus poesías (perdón). Pero ya estaba al corriente, precisamente

porque escribiste S.U. con rotulador en tus braguitas y, como sabes, soy yo quien

hace la colada.

Fui a ver al señor Uhalde por cuestión de Larry: el tontaina ese se pasaba el día

vomitando, y siempre que podía lo hacía en los zapatos de tu padre. No te

preocupes, lo que ocurre es que tiene el pelo tan largo que le emborra el estómago

como un edredón. No puedes imaginarte con qué rapidez ha crecido. No lo

reconocerías. Esto también te lo he dicho. Mil veces. ¿Dos mil? ¿Por qué

contarlas? Pero no puedo evitar compararos, eso cuando no te imagino creciendo

en alguna parte como un arbusto en el fondo del jardín. Desde que naciste, cada

vez que hacías algo nuevo, pensaba: «¿Por qué tendrá que crecer tan deprisa?». Lo

cierto es que crecías con mucha más rapidez que el resto.

Aquel día en que preguntaste por qué no podías ver tus ojos y en cambio sí tus

manos, tus brazos y tus pies. Cuando escribiste una poesía con las palabras

imantadas de la nevera, tendrías unos cuatro años. Decía: «Boca y corazón en

trocitos sueño».Tus primeros pasos entre tu padre y yo, en el minúsculo círculo

que formábamos con los brazos unidos. ¡Raphaël estaba tan orgulloso como si

acabaras de entrar en la Politécnica! Aquel día que volviste de la escuela después

de una semana en Preparatorio, con ese aire tan característico tuyo de cuando algo

te mortificaba. Amélie, Mounie, Papy y yo estábamos tomando el té en el salón,

¿te acuerdas? Tu abuela te preguntó qué ocurría. Pinchándote la mejilla con la

punta de la trenza respondiste: «Cada mañana la maestra dice: "Empecemos con la

lista", entonces va recitando nuestros nombres y nosotros respondemos

"Presente"». «Claro, bonita, ¿y qué?» Nos miramos todos como idiotas rematados.

Nunca olvides que te quiero - Delphine BertholonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora