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La Compañía manda a R. «de viaje».

Dos o tres días, según él. Me ha traído provisiones, víveres que no hay que cocinar y que

no se estropean con el calor: es decir, galletas y latas de atún con tomate. Lo de las galletas

me gusta porque no como a menudo: dos paquetes de Z'animos, Figolu (no me entusiasman

pero bueno) y chocolate con vainilla. También me ha traído dos botellitas de leche, manzanas

«Pink Lady» (es lo que pone en las pegatinas rosa que llevan), orejones y una botella grande

de Coca-Cola. Además, un libro, Pinocho, con unas ilustraciones especialmente logradas. Por

supuesto, ya lo he leído y soy demasiado mayor para esto, pero la señora Piégay nos contó

que lo que tienen de extraordinario los cuentos es que uno puede ver en ellos una historia

nueva en cada etapa de la vida. De modo que así veré si he envejecido mucho desde la última

vez. Hace muchísimo tiempo, debió de ser en primero cuando lo leí. Pero lo más importante,

no te lo pierdas: ¡ya tengo el despertador! Es cuadrado, rodeado por una goma rosa y con los

números digitales verdes. Tenía miedo de que me trajera uno de esos de agujas porque 1)

hacen tictac y eso te pone de los nervios + 2) no me habrían ayudado mucho a distinguir el día

de la noche. Le he preguntado: «¿Estamos en Navidad?», y ha respondido «Más o menos». K.

es el especialista intergaláctico en este tipo de respuestas.

Creo que se siente muy culpable por dejarme: no ha parado de excusarse, y cuando nos

hemos dicho «Slitzweitz» tenía lágrimas en los ojos. A veces es un blandengue. Yo estoy

contenta: voy a quedarme tranquila. Tengo intención de hacer saltar la cerradura (lo que no

me he atrevido a hacer aún porque me daba canguelo que me oyera), y eso me emociona

muchísimo. Yo lo llamo UN GRAN PROYECTO.

Te dejo porque tengo que pensar. Además, como ya sabes, no te quedan más que dos

páginas y tengo que ahorrarte para cuando pasen historias realmente importantes.

(Son las 21.35 y es demencial saberlo.)

Bueno, no es nada importante, más bien es una historia de nada: me he pasado la mañana

(de 10.03 a 14.27 para ser precisa) intentando forzar la cerradura.

Con un cuchillo, pero como tiene la punta redonda no era práctico. Con un tenedor, pero

las púas son demasiado grandes. Con las grapas que he sacado del centro de las revistas de

imbecilidades sobre los famosos, pero eran demasiado pequeñas. Luego he probado con la

punta de mi pluma Dora: cuestión de exploración, pero no vale un pimiento para eso y además

me da miedo romperla. Luego he llorado tanto que me he puesto nerviosa, he empezado a

golpear la puerta, he pedido socorro, aunque sé desde hace siglos que no sirve de nada. Mi

habitación debe de estar especialmente bien insonorizada, porque yo tampoco oigo nada de

fuera, ni siquiera a R. cuando llega.

Nunca olvides que te quiero - Delphine BertholonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora