QUAKE

𝖆𝖈𝖙 𝖙𝖜𝖔: 𝖘𝖎𝖑𝖛𝖊𝖗 𝖘𝖚𝖗𝖋𝖊𝖗

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silver surfer​.

      Amber abrió los ojos, y después de unos largos minutos apreciando el techo, se giró para tomar su celular. Sonrió al notar que su mejor amigo había contestado su mensaje, confirmando que la acompañaría a la boda de Reed y Sue.

      Se fijó la hora y bufó al darse cuenta que ya eran las cuatro de la tarde. Había desperdiciado su día en dormir y no le gustaba para nada. Por otro lado, había llegado a las once del mediodía de la despedida de soltera de Sue, claramente iba a dormir al menos unas cinco horas.

      Se levantó y salió a la terraza del hotel, observando la ciudad en silencio. Hasta que este fue interrumpido por el tono de su celular. Observó la pantalla y sonrió al ver la foto del castaño y ella riendo. Sin pensarlo dos veces, contestó.

      — ¿Arañita?

      —Wow. Sí que estuvo salvaje la fiesta—, comentó al notar la destruida voz de la castaña.

      —Sólo se me parte la cabeza por la mitad y estoy arrepintiéndome de las decisiones que tomé a lo largo de mi vida—, bromeó —. No puedo creer que Peter Parker asistirá a la boda de la Mujer Invisible y el Señor Fantástico.

      —Yo no puedo creer que estés tan sola que tú mejor amigo tiene que acompañarte.

      —Auch. Eso no se hace, Pete. Podría ir con quien quisiera y te elegí a ti, siéntete especial—, bromeó.

      —Gracias por elegirme, enana.

      —No hay de qué. No me falles, Spidey.

      —Nunca, Quake.

[ TRES MESES ANTES ]

      Amber había aprovechado el verano para tomar un pequeño curso de fotografía profesional. Ella se anotó en una universidad para intentar tomar un descanso de sus constantes entrenamientos.

      En su estadía allí, se hizo muy buena amiga de una de sus compañeros, Peter Parker; el cual le había enseñado mucho sobre fotografía.

      Ambos se encontraban sobre la terraza cuando Amber recibió un mensaje. Al leerlo, ella se preocupó. Era de Johnny y este decía "ayúdame". La castaña no tardó un segundo en llamarlo, pero ninguna de las seis veces que ella realizó la llamada, alguien se digno a contestar. Con los nervios de punta, llamó repetidas veces a Susan, para luego proceder con Reed y Ben. Ninguno de los cuatro respondía y Amber se estaba dejando llevar por su imaginación, acabando en lo peor.

      Las cosas a su alrededor temblaban, pero ella estaba demasiado concentrada en su teléfono como para notarlo. Fue entonces cuando una de las máquinas de los aires acondicionados del edificio se soltó y Amber, al esquivarla, quedó muy cerca del borde. Ella perdió el equilibrio, y hubiera caído, si no fuera porque su mejor amigo, Peter Parker, la hubiera tomado con sus telarañas para llevarla a estar entre sus brazos.

      — ¿Tienes algo que contarme, Peter Parker?—, preguntó Amber al salir del shock.

      —No—, intentó sonar inocente, aunque ya sabia que no tenia sentido actuar.

      —Déjame corregirme, ¿tienes algo que contarme, Spider–Man?—, preguntó Amber, algo molesta. Ella había querido averiguar quién era Spider–Man hace rato y que él no se lo haya dicho, le dolía. Además, ella también tenía poderes, por lo que el hecho de que no le haya informado, lo sintió como una herida en su confianza —. Pensé que eramos mejores amigos—, se soltó bruscamente de su agarre. Ya nada temblaba y el silencio que se había formado ponía de los nervios a Peter.

      —Lo somos. Es sólo que––.

      —Es sólo que no pensabas contármelo. Tú sabes quién soy yo, no es como si no fuera a entenderte.

      Amber iba a seguir con su discurso cuando su celular sonó y lo contestó al instante.

      —Amber—, reconoció la voz de Johnny.

      — ¡Johnny! ¿Dónde estas? ¿Qué te sucede?

      —Estoy bien, tranquila. Era una broma.

      — ¿Una broma? ¿Qué clase de broma estúpida es esta, Jonathan? ¿No crees que hubiera sido mejor sólo llamarme?

      — ¿Por qué tan enojada? ¿Con quién discutías antes que te llamara?—, preguntó Johnny. Dándose cuenta de inmediato que su amiga no contaba con su usual humor.

      —Te llamó luego. ¿Ok?—, suspiró Amber.

      —Está bien, pero luego me cuentas.

      —Claro, chismoso ególatra. Nos vemos—, en cuanto Amber colgó, Peter comenzó a disculparse.

      —No sabía cómo decírtelo. No es como si fuera por allí diciendo: "Hey, hola. Soy Spider–Man". No quise esconderlo, es sólo que no sabía cómo decirlo.

      — ¿Acaso nunca se lo contaste a nadie?

      —En realidad, no.

      La expresión de Amber se ablandó cuando escuchó su respuesta. No pensaba que ella fuera tan importante para Peter como para solo contarle a ella su gran secreto.

      Sin decir nada, Amber se acercó y abrazó a Peter. No podía evitar pensar en lo duro que tuvo que haber sido para él pasar todo este tiempo sin tener a nadie a quien contarle sus problemas.