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-—Perdonen pero se está haciendo tarde... -— Scott no aguantaba más despierto, desde la hora de cerrar había pasado ya media hora, y los clientes de esa mesa no hacían más que darle largas.

Scott, era uno de los camareros del Frosty Palace ( un bar pequeño al estilo de los sesenta, lleno de colores vivos que le daban un toque de felicidad y alegría a las latas de comida caducada y a las cucarachas de la cocina). Además, esta noche él era el encargado de cerrar, lo que le convertía en el único responsable de todo. Al principio subió el ego, pero más tarde descubrió que solo se trataba de limpiar las mesas por última vez.

-—Chaval, deja que acabemos esta ronda ¿de acuerdo? —- llevaban tomando ese maldito último batido desde que habían entrado a las tres de la tarde

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-—Chaval, deja que acabemos esta ronda ¿de acuerdo? —- llevaban tomando ese maldito último batido desde que habían entrado a las tres de la tarde.

-—Lo siento, ya ha pasado la hora de cierre, es ilegal que estéis aquí. -— ya no aguantaba más a esos niños de papá que no tenían otra cosa que hacer con su vida que pasarla en un local de mala muerte que sus papis no aprobaban, nada más les movía a pasar la noche tomando batidos rancios.

—-¿Tienes algún problema?-— dijo uno de ellos, al levantarse colocó el cuello de su polo de cocodrilo.

-—Mi problema es que como oiga un solo Osea más me van a reventar los tímpanos.—- su conciencia le gritaba que parase, pero el diablito de su hombro derecho gritaba que les patease la cara a todos. Así que, eligió el sano término medio de mandarlos a la mierda.

-—¿Te estás burlando de nosotros, chusma?—- contestó una de las niñas buenas alisando su falda de casigual.

-—Bueno, es hora de irse.-—repitió Scott sorprendido por su propia paciencia.

-—Sí, nos vamos.-—uno de ellos se levantó y volcó la mesa, haciendo que todos los platos y vasos cayeran al suelo, solo quedaron añicos.-— No llevamos suelto, me parece que te vas a quedar sin propina. -— rió mientras abrochaba su mariconera.

Todos ellos salieron corriendo del local y Scott se quedó limpiando el suelo. Pero algo raro había pasado, la vocecita que le impedía hacer cosas malas ya no estaba, su conciencia le había abandonado. Puede que la hubiese borrado con la lejía junto a las manchas del suelo.

Lucifer solo castiga a los malvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora