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Aparcó el coche frente a su puerta, así es, Scott era tan terriblemente malévolo que bo respetaba los vados.

Ella salía con prisa , mirando a ambos lados para registrar la calle con gesto desconfiado.
Scott reconocía bien ese sentimiento ya que lo había padecido mucho tiempo, culpabilidad, cuando haces algo realmente terrible tienes la sensación repetitiva de que los demás lo saben.

Cuando se hubo alejado unas manzanas, Scott se acercó a su casa planeando la venganza con toda la creatividad que emanaba su cerebro.

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-Ven, minino, ven.- llamó Scott al adorable gatito gris de pelaje denso , le atrajo con el punto rojo que salía de su linterna al apretar en quinto botón.

El gato se acercó ronroneando y se acurrucó en el regazo de Scott como una pequeña manta viviente , él suspiró acariciando su lomo hasta que se quedó dormido e inmóvil, en ese momento le recordó a un juguete de su infancia.

Cuando el gato estaba tranquilo, Scott sacó una navaja y le devanó el cuello.

El gato se desangró sin oponer resistencia y Scott acabó de arrancar su cabeza para clavarla en la valla que delimitaba el jardín de la casa.

En una de las balfosas del suelo escribió.« Séptimo mandamiento, no robarás» , y lo hizo con una piedra ungida en sangre del gato.

Era como la clásica advertencia de la cabeza de caballo en la cama, pero con un estilo propio y más pelo.

Scott se metió en su coche, ya que ella no tardaría mucho en volver, lo sabía por pequeños detalles, había la película en pausa y el móvil cargando.

Una niña se paró mirando la cabeza de gato que había en la valla, la verdad es que era bastante llamativa , pero a Scott no le había preocupado que la vieran porque aquel lugar era un barrio fantasma.

-Hola bonita, ¿dónde está tu mamá? - preguntó Scott a la niña, un poco crispado.

Lucifer solo castiga a los malvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora