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-Hola. - los ojos de Scott se iluminan mientras en sus oídos tintinean imaginarias campanas de victoria.

-Emma. - esta vez había venido sola, vestía distinta y estaba aún más favorecida sin el jersey lleno de manchas que usaba para que Paul pudiese ensuciarlo. -¿Quieres una mesa? - ella asintió dando pie para que Scott la guiara hasta la el mejor rincón del Frosty Palace.

La azotea, que siempre estaba cerrada, era una de esa misteriosas puertas con el letrero de «Prohibido el paso , salvo empleados» y casualmente él tenía las llaves de Kaily.

-Vaya...- murmuró Emma al encontrarse en el tejado de un edificio desde el que se veía cada rincón de los restos de la ciudad dónde se crió.

-Tome asiento. - dijo Scott gentilmente al señalar la única silla que había allí.

-¿Qué es esto?- Emma sonrió emocionada al acercarse al asiento.

-Yo... a veces vengo aquí a pensar .- confesó avergonzado, y dio las gracias por no enrojecer fácilmente, aunque su voz sí que tembló.

A pensar y a limpiar los destrozos de Kaily cuando su mente se nublaba por cierto primate.

-Es la hostia.- su vocabulario le chocó un poco a Scott que le creó una desilusión cómo un cráter de la Luna. - Perdona, tengo que aprovechar cuando no está Paul delante.

Si, ya lo tenía claro, era la elegida.

-¿Qué quieres tomar?- preguntó él alejándose poco a poco sin levantar sospechas.

-Café, pero...- iba a seguir hablando pero él la cortó.

-Tranquila, sé cómo te gusta, lo vi en tu facebook. - dijo orgulloso, después de haber leído y releído su muro, sus contactos, sus ubicaciones y haber impregnado sus retinas con las fotografías.

-Pero, yo solo te di mi teléfono.- respondió ella un poco crispada levantando una ceja.

-Te agregué por amigos en común .- lo cierto es que eso pareció acallar sus sospechas y dejó que pudiese respirar para calmarse.

Lucifer solo castiga a los malvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora