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-Ya estoy en casa.- anunció Scott jovialmente al bajar al sótano.

-Hola. - dijo sin entusiasmo, el entrenamiento daba resultado para Scott, ya no intentaba escapar ni gritaba ni hacía nada que pudiera molestarlo.

-¿Sabes de qué ?- le preguntó delatando su felicidad. - Hoy me he enterado de que eres papá.

Él comenzó a llorar maldiciendo, y eso a Scott le pareció una buena razón para dejarlo libre, todos deberían poder ver el nacimiento de su hijo.

-¿Qué te ocurre? - preguntó Scott con lágrimas en los ojos que intentaba mantener a raya.

-Tiene mi herencia, ella controla mi dinero hasta que el niño cumpla dieciocho... porque es niño ¿no?

A Scott le hirvió la sangre al oír esas palabras.

-Está claro que esto no funciona. - arrancó los electrodos de su cabeza de una sola vez.

-¿Qué haces? - dijo él enfadado, aunque sin gritar ni un poco.

-Silencio. - dijo Scott echando de menos la abrumadora calma de la cafetería.

Se acercó al cassette y puso su cinta favorita, conocida por todos pero realmente apreciada por pocos, la novena sinfonía de Beethoven.

Pulsó el play y comenzó a embalar, cada nota de la música equivalía a un movimiento suyo.

Un sol, atar las muñecas.

Un la, apretar la modaza.

Un re, abrir la caja.

Un fa, colocar un lacito sobre la tapa.

Cuando acabó la cinta ya tenía el peor regalo del mundo listo para entregar.

Lucifer solo castiga a los malvadosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora