Capítulo 24 - Hecho para Amar

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Max estaba teniendo otro de sus sueños con Emma. Ella era protagonista en ellos durante noches interminables, pero éste en particular se sentía muy real.

"Max," ella susurró seductoramente. Su cuerpo tibio se apretaba a su lado y sus dedos viajaban por su pecho desnudo.

"Más abajo, bebé," él murmuró, empezando a sentir la adrenalina correr por su cuerpo. Hasta en sus sueños ella siempre lo provocaba.

Sus dedos se quedaron inmóviles por un momento, antes de continuar el camino bajo sus abdominales.

"¿Estás seguro?" ella preguntó.

"Sí, Emma. Tócame. Sé que quieres," él respiró.

Su mano rozó la cintura de sus bóxers, antes de correr sus dedos precipitadamente sobre la tela de algodón.

Él se sacudió tan fuerte a su roce que supo en ese momento que tenía que estar despierto. Sobó sus ojos y ciertamente encontró a Emma observándolo con una mirada traviesa en sus ojos.

"Dios, Max. Definitivamente no decepcionas," ella susurró.

"Emma. ¿Qué estás haciendo, bebé?" él preguntó, trayendo su mano de regreso a su pecho cuando se dio cuenta de la realidad.

"No podía dormir," ella se encogió de hombros. "Pensé que estabas despierto. Decías mi nombre."

"Mierda." ¿Qué más había dicho?

"Sí, seguías diciendo eso también," ella sonrió satisfecha.

"Vamos pequeña pícara," él dijo jalando sus piernas alrededor de su cintura y saliendo de la cama. "No deberías de estar aquí. Este futón no es lo suficiente cómodo para ti."

"Pero, Max ..." ella trató de protestar mientras caminaba a través del apartamento hacia la otra habitación. Su habitación.

La colocó encima de la cama acogedora, inmediatamente cubriéndola con las sábanas. "Duérmete, querida," dijo levantándose para irse.

"No te vayas. Quédate conmigo," ella dijo envolviendo sus dedos delicados alrededor de su brazo.

"Bebé, tú sabes que no puedo."

"Max, quiero que te quedes. Te quiero," ella respiró, lentamente sacándose las sábanas de encima. Estaba oscuro en la habitación pero la luz de la luna resplandecía sobre la cama y entonces fue cuando realmente la vio por primera vez.

Santo dios. Pensó que todavía estaba soñando al verla en el negligé más sexy que había visto. Era negro transparente con un corpiño que empujaba sus pechos llenos y acentuaba su pequeña cintura y caderas y hasta incluía una tanga que le hacía juego.

"Emma," casi se atragantó e instantáneamente se acercó a tocar el material alrededor de sus costillas.

Ella se rió con satisfacción. "Mia me dijo que tendrías esa reacción."

"¿Ella te metió en esto?"

"Dijo que ayudaría," comentó encogiéndose de hombros.

"¿Ayudar a qué?"

"A que te fijaras en mí," ella dijo con desaliento.

"Emma, siempre me fijo en ti. Te puedo decir dónde están todos tus lunares, empezando con el que tienes en tu cuello, justo debajo de tu oreja izquierda."

Ella pareció conmovida por sus comentarios, pero luego sacudió la cabeza. "No me miras como antes. ¿Por qué no me quieres?"

"Sí te quiero. Te quiero más que nada," él aseguró rápidamente.

Robando A EmmaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora