LAS ESTACIONES

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Había un hombre, que tenía cuatro hijos.
Como buen padre, quería que sus hijos aprendieran a no juzgar rápidamente las cosas ; entonces envió a cada hijo, por turnos, a ver un árbol de peras que estaba a una gran distancia.

El primer hijo fue en el Invierno, el segundo en Primavera, el tercero en Verano, y el hijo más joven en Otoño.

Cuando todos ellos habían ido y regresado, el padre los llamó, y juntos, les pidió que describieran lo que habían visto.
El primer hijo mencionó que el árbol era horrible, parecía seco, estaba sin hojas, doblado y retorcido.
El segundo dijo que no, que estaba cubierto con finos brotes verdes, y lo encontró lleno de promesas.
El tercer hijo no estuvo de acuerdo, dijo que estaba cargado de flores con un aroma muy dulce, y se veía muy hermoso; que era el árbol más lleno de gracia que jamás había visto.
El último de los hijos no estuvo de acuerdo con ninguno de ellos, afirmó que había visto un árbol maduro, y cargado de fruto; empezándosele a caer algunas hojas, pero pleno de vida.

Entonces, el hombre les explico que todos tenían razón; pero una razón parcial, porque ellos sólo habían visto el árbol en una de las estaciones de la vida.

Les dijo que no deben de juzgar a un árbol, o a una persona, por ver tan sólo una de sus temporadas, y que la conclusión sólo puede ser dada al final, cuando todas las estaciones hayan pasado.

Reflexión

Todo lo que Dios creó, cae bajo esta administración de temporadas o estaciones.
Los cuatro ciclos, recrearán cada uno de los procesos naturales, para que la vida tenga propósito y sentido. Y Dios, puso una marca bien definida a este asunto, como si la prioridad fuera dar a conocer estos cambios; porque, cada uno de nosotros, los atravesará indefectiblemente.
- Dijo luego Dios: HAYA LUMBRERAS EN LA EXPANSIÓN DE LOS CIELOS para separar el día de la noche; Y SIRVAN DE SEÑALES PARA LAS ESTACIONES, para días y años, y sean por lumbreras en la expansión de los cielos para alumbrar sobre la tierra. Y fue así. - (Génesis 1. 14,15 - RVR 1960)

Si desconocemos estas etapas, estaremos pretendiendo frutos en el tiempo equivocado; y nos frustraremos, porque la puja se tornará necia e inútil.

Cómo el árbol de peras, el Invierno nos encuentra en apariencia secos, sin hojas, doblados, y hasta retorcidos.
Aquí, hay un período de latencia y una potencialidad guardada, donde las raíces se disponen y preparan, para recibir un gran crecimiento.
Todo por fuera se ve horrible, y desluce nuestra naturaleza vigorosa; nuestra apariencia, no habla muy bien de lo que ocurre en verdad, y todo parece que morirá pronto. Pero sin embargo, se espera el tiempo de la expansión, y ese momento, en el que uno resurgirá para sorprender y maravillar.
El invierno es un tiempo de meditación, de sueños y planes. Un tiempo donde uno se alimenta, descansa, y disfruta de lo obtenido en el trabajoso verano. Y también, un tiempo donde se gestan las grandes empresas, y los grandes desafíos.
En la antigüedad, en Invierno, cada rey se encontraba en su tierra, y se preparaba para salir a la guerra en la próxima Primavera.

La Primavera trae finos brotes verdes, y un árbol lleno de promesas.
Es interesante, que Dios haya enseñado a su pueblo Israel comenzar el año con esta temporada; y que la mayor parte de los seres humanos que empiezan sus actividades en esta época del año, alcanzan un mayor desarrollo y potencial.
Cuando vemos la vida de Nuestro Señor Jesús, la primavera acompañó su mayor trabajo y ministerio. Las actividades más importantes, y que quedaron escritas en los Evangelios, se realizaron en esta estación.
Es en primavera, donde las crisis aparecen; y son éstas, las que nos llevan al crecimiento, y al cambio. En primavera brotan las ramas, crecen los pámpanos, y se rompen las potenciales semillas. Es un tiempo de procesos dolorosos, pero también muy necesarios.
La Pascua se dio en primavera, los grandes cambios se sucedieron a una velocidad asombrosa, y trajeron la liberación de toda una nación. Fue en Primavera, dónde el Cordero inocente y sin mancha, la Semilla eterna de la redención, se partía y moría en el Calvario para darnos vida eterna.

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