Una Banca Vacia

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Cuentos del Pastor
UNA BANCA VACÍA

Ha pasado una semana, desde que el matrimonio Pérez, ha dejado la iglesia.

Un fulminante ataque a su debilitado corazón, terminó con la vida del viejo Juan; y su anciana viuda, se ha movido a otra ciudad acompañando a su hija mayor.
Lo que al principio fue "un alivio" para el pastor principal; poco a poco, se fue transformando en su peor pesadilla.

Juan y Ana, eran de esos miembros, que engrosan silenciosos la lista de la membresía. Siempre llegaban temprano, y se ubicaban en el mismo lugar. Con una libreta gastada, y un apretado lápiz en su mano derecha, Juan hacía sus intangibles anotaciones; Anita oraba silenciosamente a su lado.

Cada culto observaban a todos los asistentes, y notaban las ausencias. Nunca nadie percibió el detalle, pero ellos ponían más preocupación a la vida espiritual de los miembros que ningún otro, incluyendo al pastor principal.

Durante el desarrollo del servicio, mostraban entusiasmo y alegría. Siempre el saludo cordial y el apretón de mano, como sosteniendo a cada uno de los hermanos, para que no pudieran desistir.

En cada sermón, su oración se intensificaba. Y lo que desde lejos, se apreciaba como un par de viejos cansados y vencidos por el sueño; era una lucha espiritual intensa apoyando el mensaje, especialmente, al momento del llamamiento al altar.

Para el pastor, muchas veces se tradujo como impertinente y hasta frustrante, que Juan se acercará para mostrarle algún detalle a corregir del sermón; pero callaba, porque interiormente, sabía que la corrección era del cielo.

Cuando esa mañana entró al salón, no atinó ver hacía la banca vacía, pero notó una extraña rareza en el ambiente. Y no tardaron en aparecer, "los detalles incómodos" que empezaron a complicarlo todo:
Los músicos estaban desorientados, como no pudiendo encontrarse con esa Presencia que inspira.
Los diáconos, torpemente, se estorbaban buscando organizarse en las tareas.

El nerviosismo aumento, cuando todos, parecieron convenir en llegar tarde, y malhumorados al servicio matinal.
Algo no funcionaba como antes; y si hubo un momento notorio, fue cuando el pastor hacía malabares en el púlpito, tratando de que su sermón tuviera sentido.

Pasaron varias semanas, el líder de oración fue al pastor por la lista de oración postergada. El pastor, con extrañeza, le preguntó de qué estaba hablando. El hermano dijo:
-¡La lista pastor! ¡Esa que nos enviaba todas las semanas con el hermano Juan!
El pastor disimuló el desconcierto, recordando que Juan, le solicitó su permiso para hacerlo desde que se incorporó a la iglesia.
-Ah, la lista... si esa lista. Deme un momento.... - dijo saliendo del incómodo apuro.

- Pastor, ¿Qué pasó que hace semanas no tenemos mensajes de texto? Los esperé cada mañana, ¿Han tenido problemas de crédito? Yo puedo colaborar con eso si hace falta. - dijo un hermano mayor.
Mientras, el pastor se rascaba la cabeza, pensando en qué sería esto de los mensajes semanales; llegó una hermana y dijo:
-Pastor, creo que sería bueno que se parara para saludar a la gente en la puerta. ¿No le parece? Desde hace días, que nadie está despidiendo a los visitantes, ni les presta atención. - sugirió ella, mientras le miraba tratando de encontrar respuesta, en la desconcertada cara del pastor.

-Pastor, ¿Necesita tomar vacaciones? Se lo nota muy cansado, ¿ha estado bien de salud?; digo..., porque he notado sus predicas poco motivantes. - replicó en los oídos del pastor, las palabras de un audaz jovencito.

El pastor corrió por el pasillo, y entró a su oficina cerrando tras de sí la puerta.
Cuando salió de allí, envuelto en lágrimas, ya no había nadie en el salón.
Caminó por el pasillo central, y se paró justo frente al banco vacío; acarició el respaldo, donde se sentaban los ancianos hermanos, y oró:
-Señor, ¡cuánta falta me hacen!, ten misericordia de mí, y envíame otro matrimonio Pérez.

Reflexión:

Las Iglesias exitosas no son producto de megas eventos, de visiones personales, ni de la elocuencia o habilidad del predicador. Son el resultado del trabajo silencioso, de preciosos hermanos que oran, y respaldan la Obra.

La Iglesia de Jerusalén, no creció por los afamados apóstoles, o las brillantes exposiciones de sus oradores; creció porque había rodillas dobladas al servicio del cielo.

-"Pedro y Juan subían juntos al templo a la hora novena, la de la ORACIÓN." Hechos 3.1
Ellos eran hombres de oración.

-"Cuando hubieron ORADO, el lugar en que estaban congregados tembló; y todos fueron llenos del Espíritu Santo, y hablaban con denuedo la palabra de Dios. Y la multitud de los que habían creído era de UN CORAZÓN Y UN ALMA; y ninguno decía ser suyo propio nada de lo que poseía, sino que tenían todas las cosas en común. Y con gran poder los apóstoles daban testimonio de la resurrección del Señor Jesús, y ABUNDANTE GRACIA era sobre todos ellos." Hechos 4 4:31-33
La iglesia toda, era una iglesia de oración.

Abundante Gracia, o poca Gracia hace la diferencia. Y el simple detalle es oración, compromiso personal, y unidad.

Hoy, rindo homenaje a todos los Juan y Ana, que están en las iglesias. Los que apoyan incondicionalmente; los que velan en oración, y cuidado de la grey. Aquellos, que nunca serán nombrados ni reconocidos, pero, que hacen la tarea más importante entrando en el mundo espiritual.

Repito, no es el predicador, ni el cantante, ni el Pastor principal; son ellos los que hacen que esto funcione; prestando sus vidas, para lo más vital e importante, la comunión y la presencia del cielo.

-"Pero os rogamos hermanos, que RECONOZCÁIS A LOS QUE CON DILIGENCIA TRABAJAN ENTRE VOSOTROS, y os dirigen en el Señor y os instruyen, Y QUE LOS TENGÁIS EN MUY ALTA ESTIMA CON AMOR, POR CAUSA DE SU TRABAJO." 1 Tes. 5.12,13

Pastor Rubén Herrera

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