Alma Errante

9 2 0
                                    

La Cabaña

Era un lugar aparentemente desolado, las casas estaban distantes una de la otra y siempre parecía que la noche llegaría y que la oscuridad no llegaba del todo añadiendo a eso el frio era atroz. Murgo, un hombre arisco y poco aseado, chaparro y regordete era un vagabundo como muchos de los de aquí, apareció instandome a no buscar ninguna cabaña en la que su luz brillase dentro de ella-¿por qué?- le pregunté pues muchas personas huían de cualquier simbolismo que representara el hogar y el calor que en ellas hay -por que atentan contra tu vida, huye de ellas, las cabañas con luz calientan el corazón y eso duele, la luz te hace ver cosas horribles y te vuelven ceniza, para muestra mira las cabañas que están en tenebres tinieblas-eso hizo que viera en dirección a ellas y una persona iba entrenado a su cabaña oscura, su apariencia era gris parecía que era alguien momificado, de hecho era como ver una momia en vida, la persona entró pero no prendió ninguna luz. Sentí escalofrios; vi a Murgo con cierta satisfacción en su mirada pero no dijo más, no hacía falta con su expresión me hizo saber que esa persona pronto sería ceniza, después de eso se fue dejándome con más dudas que respuestas, ¿Tan peligroso era tener una cabaña?

Estaba hastiado, cansado de tanto vagar, en este ambiente de sombras cualquier cosa distinta llamaba la atención, lastimosamente había aprendido por experiencia propia y ajena que esos espejismos una vez que te tenían dentro se volvían más oscuros que las mismas sombras que te rodeaban, muchos buscaban el brillo del oro, otros tantos lo habían encontrado y solo unos pocos se habían mantenido cuerdos después de ello, muchos creyeron alcanzar las estrellas con su alto valor pero una vez éste despareció se volvieron personas errantes.

A lo lejos veo una cabaña y en medio de esta oscuridad es como encontrar un oasis en el desierto, pero me detengo, una parte de mi quiere correr a ella, pero mis pies están anclados y mi cerebro conversa con migo trayendo a la memoria las veces que creí encontrar eso llamado hogar; el cuál muchos buscan pero pocos lo mantienen. Me recuerdo que su fulgor es una trampa y estoy dispuesto a irme del lugar cuando la puerta de la cabaña se abre, es difícil ignorar el calor tan dulce y reconfortante que emana de ella y más difícil ignorar la risa infantil que proviene desde el interior, no se ve nadie pero hay ruido, un ruido que insta a la curiosidad más que al miedo, trato de marcharme pero mi curiosidad no lo permite, cuando un hombre sale de ella, él es frondoso, alto con cabello blanco que le hace parecer más viejo de lo que realmente es y su rostro es el rostro más vivaz que he visto, sus mejillas sonrosadas le dan un aura de paz y felicidad ¿será por el hechizo de la cabaña del cuál Murgo me habló? Por que he visto tanta gente en luces y casas rodantes fantasiosas y ninguna de ellas le ha dado a sus habitantes una vivacidad tan radiante.

Él parece percatarse de mi presencia, siento como mi corazón late aceleradamente dentro de mi, fui descubierto mirando y siento que hice algo malo y el me lo reprochara.

-¡Hey! viajero ¿de dónde sois?-Me dijo mientras sacudía su mano en saludo.

-Yo...yo soy un errante -Contesté con temor, descolocado por su actitud; jamás pensé que me tratase como a un igual.

-La vida allá afuera debe ser difícil.

-Lo es.

Mi mirada se perdió en los recuerdos de mi vida, en los que perdí, en quienes amé y me amaron.

-Mira, no es mucho pero mi esposa hizo un atolito calientito ¿quieres o prefieres café?

Mi estómago se encogió, no le vendría mal que algo le cayese pero el recuerdo de las cabañas cálidas y los cuidados de no caer en una, vinieron a mi mente

-Am yo tengo que irme, estoy de paso yo aún sigo buscando...

¿Pero buscando que? Eso aún ni yo lo sabía

Mensajes Directo Al Corazon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora