En El Pozo De Los Hermanos

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Cuentos del Pastor
EN EL POZO DE LOS HERMANOS

Visitando un querido hermano, me mostraba cómo Dios había intervenido poderosamente, dándole una hermosa propiedad para su familia.

Habían puesto todo su esfuerzo y dedicación, y habían experimentado sorprendentes milagros para poder concluir la obra; pero luego de compartir toda su alegría, su rostro cambió mostrando una angustia todavía no resuelta: no todos –y especialmente sus conocidos más cercanos- se alegraban con él; no creían lo sucedido, no valoraban el esfuerzo, y sobre todo, adjudicaban el resultado a un mal proceder suyo en el pasado.

—¿Cómo se hace para que ellos vean la verdad, por encima de la mentira? ¿Por qué cambiaron conmigo? ¿No es suficiente lo que les demostré toda la vida? ¿No me conocen? Y si acaso hubiera sido así como ellos sostienen… no soy merecedor de gracia y perdón? ¿No merezco una nueva oportunidad? ¿Dios no puede bendecirme de ésta manera tan sorprendente? —Me dijo confundido.

La lluvia de preguntas era interminable, cayendo en desazón y tristeza profunda ante tal incomprensión e inclusive algo de celos por parte de sus hermanos.

Reflexión

La historia de José en el pozo, sigue siendo lamentablemente la historia repetida de muchos hermanos el día de hoy.

Y soñó José un sueño, y lo contó a sus hermanos; y ellos llegaron a aborrecerle más todavía.
Génesis 37:5

Soñó aun otro sueño, y lo contó a sus hermanos, diciendo: He aquí que he soñado otro sueño, y he aquí que el sol y la luna y once estrellas se inclinaban a mí. Y lo contó a su padre y a sus hermanos; y su padre le reprendió, y le dijo: ¿Qué sueño es este que soñaste? ¿Acaso vendremos yo y tu madre y tus hermanos a postrarnos en tierra ante ti? Y sus hermanos le tenían envidia, mas su padre meditaba en esto.
Génesis 37:9-11

Cuando ellos lo vieron de lejos, antes que llegara cerca de ellos, conspiraron contra él para matarle. Y dijeron el uno al otro: He aquí viene el soñador. Ahora pues, venid, y matémosle y echémosle en una cisterna, y diremos: Alguna mala bestia lo devoró; y veremos qué será de sus sueños. Cuando Rubén oyó esto, lo libró de sus manos, y dijo: No lo matemos. Y les dijo Rubén: No derraméis sangre; echadlo en esta cisterna que está en el desierto, y no pongáis mano en él; por librarlo así de sus manos, para hacerlo volver a su padre. Sucedió, pues, que cuando llegó José a sus hermanos, ellos quitaron a José su túnica, la túnica de colores que tenía sobre sí; y le tomaron y le echaron en la cisterna; pero la cisterna estaba vacía, no había en ella agua. Y se sentaron a comer pan; y alzando los ojos miraron, y he aquí una compañía de ismaelitas que venía de Galaad, y sus camellos traían aromas, bálsamo y mirra, e iban a llevarlo a Egipto. Entonces Judá dijo a sus hermanos: ¿Qué provecho hay en que matemos a nuestro hermano y encubramos su muerte? Venid, y vendámosle a los ismaelitas, y no sea nuestra mano sobre él; porque él es nuestro hermano, nuestra propia carne. Y sus hermanos convinieron con él. Y cuando pasaban los madianitas mercaderes, sacaron ellos a José de la cisterna, y le trajeron arriba, y le vendieron a los ismaelitas por veinte piezas de plata. Y llevaron a José a Egipto.
Génesis 37:18-28

En muchos de nosotros, existe una triste e inconsciente conducta de enjuiciar y condenar sin pruebas; actuamos sin misericordia, restando oportunidad, anulando al otro y metiéndole en un pozo, como quién dice, comiendo prójimo al hablar  de él sin bases ni fundamentos.

¿Por qué los hermanos de José actuaron así con él?
Porque no entendían la Gracia y los propósitos de Dios.

Quizás José actuó con sobre presumida actitud, quizás no fue prudente en comunicar las revelaciones personales, quizás fue muy inmaduro; pero debemos entender que cuando el Señor le dio los sueños, no estaba recompensando la justicia, los dones, la capacidad, y la superioridad espiritual de José, sino que estaba usando de Gracia con él y con los suyos.

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