LA ORUGA

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Una pequeña oruga, caminaba un día en dirección del sol.
Muy cerca del camino se encontraba un saltamontes.
- ¿Hacia dónde te diriges? - le preguntó. -

Sin dejar de caminar, la oruga contestó:
-Tuve un sueño anoche; soñé que desde la punta de la gran montaña, yo miraba todo el valle. Me gustó lo que ví en mi sueño, y he decidido realizarlo. -

Sorprendido, el saltamontes dijo mientras su amigo se alejaba:
- ¡Debes estar loco! ¿Cómo podrás llegar hasta aquel lugar? ¿Tú? ¿Una simple oruga? Una piedra será una montaña, un pequeño charco un mar, y cualquier tronco una barrera infranqueable... -
Pero el gusanito, ya estaba lejos y no lo escuchó; su diminuto cuerpo no dejó de moverse.

De pronto se oyó la voz de un escarabajo:
- ¿Hacia dónde te diriges con tanto empeño? -

Sudando ya el gusanito, le dijo jadeante:
- Tuve un sueño y deseo realizarlo, subir a esa montaña y desde ahí contemplar todo nuestro mundo. -

El escarabajo no pudo soportar la risa, soltó la carcajada, y luego dijo:
- Ni yo, con patas tan grandes, intentaría realizar algo tan ambicioso. -
Y se quedó en el suelo tumbado de la risa, mientras la oruga continuó su camino, habiendo avanzado unos cuantos centímetros.

Del mismo modo la araña, el topo, y la rana, le aconsejaron a nuestro amigo desistir.
- ¡No lo lograrás jamás! - Le dijeron; pero en su interior, había un impulso que lo obligaba a seguir.

Ya agotado, sin fuerzas y a punto de morir, decidió parar a descansar, y construir con su último esfuerzo un lugar donde pernoctar.
- Estaré mejor. - Fue lo último que dijo, y murió.

Todos los animales del valle fueron a mirar sus restos, ahí estaba el animal más loco del campo, había construido como su tumba un monumento a la insensatez; ahí estaba un duro refugio, digno de uno que murió por querer realizar un sueño irrealizable.

Una mañana, en la que el sol brillaba de una manera especial, todos los animales se congregaron en torno a aquello que se había convertido en una advertencia para los atrevidos.

De pronto quedaron atónitos, aquella concha dura comenzó a quebrarse, y con asombro vieron unos ojos y unas antenas que no podían ser las de la oruga que creían muerta; poco a poco, como para darles tiempo de reponerse del impacto, fueron saliendo las hermosas alas de mariposa de aquel impresionante ser que tenían en frente; el que realizaría su sueño, el sueño por el que había vivido, por el que había muerto, y por el que había vuelto a vivir.
¡Todos se habían equivocado!

Reflexión:

Aunque las metas se muestren distintas, todos de alguna manera perseguimos ese sueño implantado en nuestros corazones: La felicidad y la dicha eterna; y ese fue y será, el ambicioso horizonte común de los seres humanos.

Como el gusanito, nuestras limitaciones se suman, aportando cada día al fracaso personal y al esfuerzo inútil. Y si acaso las ignoramos, alguien a nuestro lado se encargará de recordarnos el mensaje; es un mensaje realista y cierto: ¡No podremos hacerlo!
No obstante, una poderosa ilusión desoye los gritos alarmistas del desánimo; y con una fuerza motora inaudita, nos mueve tozudamente en dirección de un futuro más brillante.

¿Y está mal soñar o cumplir los sueños? No necesariamente.
El error radica, creo yo, en la fuente desde dónde parten esos sueños y anhelos. Si son del Creador, no sólo serán posibles, sino también eternos; si son de nuestras propias ocurrencias, terminarán como empezaron.

Hace un tiempo un predicador dijo: ¡Descubre al campeón que hay en ti! Y parecería que este cuento, le vendría como anillo al dedo. Sólo por el detalle, de que si hay un campeón allí adentro, este campeón deberá morir.

Nuestra propia naturaleza nunca podrá alcanzarlo por sí mismo, sino muere primero a sus esfuerzos personales y limitaciones. Porque son estos esfuerzos y estas limitaciones, las que nos llevan al fracaso eterno.
Para ver desde las alturas, hay que tener una naturaleza de cielo, no una terrenal.
Y es aquí donde toda esa filosofía de vida del: ¡Tu puedes! debe cerrar la boca.

La Palabra es clara cuando dice:
- Pero sabemos que TODO LO QUE LA LEY DICE, LO DICE a los que están bajo la ley, PARA QUE TODA BOCA SE CIERRE y todo el mundo quede bajo el juicio de Dios; YA QUE POR LAS OBRAS DE LA LEY NINGÚN SER HUMANO SERÁ JUSTIFICADO DELANTE DE ÉL; porque por medio de la ley es el conocimiento del pecado. (Rom 3.19,20 - RVR 1960)

Pablo encontró esta verdad y dijo también:
- !Miserable de mí! ¿QUIÉN ME LIBRARÁ DE ESTE CUERPO DE MUERTE? (Rom 7.24 - RVR 1960)

Todo intento del hombre en su búsqueda personal de la felicidad encontrará el sabor amargo de la muerte; y esto es sencillamente porque hemos sido diseñados para encontrarla sólo en Él, y no funciona de otra manera. Y esto no obedece a los designios de un Dios caprichoso, sino de un Dios sabio que sabe dar a sus criaturas lo mejor.

Interpretamos mal los sueños propios, ignorando que son rezagos del cielo que se nos propone alcanzar.
Como la oruga, nuestro destino propuesto es el cielo y un horizonte majestuoso que nunca se acabará. Pero no funciona con nuestros esfuerzos y tenacidad, funciona cuando descubrimos lo imposible de la empresa, y nos dejamos caer en las manos del Creador.
No será hasta que muramos a esos esfuerzos personales, que la vida de Dios surja para resucitarnos con una nueva naturaleza que lo hará todo posible.

De esta metamorfosis habla el apóstol Pablo y dice: - PERO CUANDO SE CONVIERTAN AL SEÑOR, el velo se quitará. Porque el Señor es el Espíritu; y donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.
Por tanto, nosotros todos, MIRANDO A CARA DESCUBIERTA COMO EN UN ESPEJO LA GLORIA DEL SEÑOR, SOMOS TRANSFORMADOS DE GLORIA EN GLORIA EN LA MISMA IMAGEN, como por el Espíritu del Señor. (2 Corintios 3.16-18 - RVR 1960)

Si tenemos esos sueños recurrentes de felicidad, debemos estar agradecidos; no todos están en la búsqueda de perseguir sueños, y quizás sea porque en sí mismos, no tienen una naturaleza del gusano dispuesta a morir para cambiar.

Si nos hemos visto volar, si el cielo apareció grande para nosotros, entonces permitamos que la vida de Dios nos alcance para transformar nuestra vieja naturaleza.
La palabra dice:
- desháganse de su vieja naturaleza pecaminosa y de su antigua manera de vivir, que está corrompida por la sensualidad y el engaño. En cambio, dejen que el Espíritu les renueve los pensamientos y las actitudes. Pónganse la nueva naturaleza, creada para ser a la semejanza de Dios, quien es verdaderamente justo y santo. (Efe 4.22-24 - NTV )

Pastor Rubén Herrera

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