El Elefante

64 2 0
                                    

Cuentos del Pastor
EL ELEFANTE DE LA VERDAD

Un día de verano, mientras paseaban por los jardines del palacio, Ramani —el hijo- preguntó:
— ¿Qué es la verdad? -

Ammanipan —el papá— permaneció largo rato en silencio sin contestar, y le indicó a su hijo que esperara unos pocos días, pasados los cuales, resolvería la pregunta.

Así pues, pasando los cuales, el padre de Ramani le llevó a una zona cercana al palacio.
Allí había un enorme elefante y cuatro personas que, según observó, eran ciegas. Nunca jamás habían podido ver a un elefante, y ni siquiera habían estado cerca de uno. El rajá invitó a los ciegos a acercarse al elefante de uno en uno para tocarlo por primera vez en sus vidas.

El primero era un joven de pequeña estatura que, tanteando con su vara de bambú, llegó hasta situarse bajo la panza del elefante y tocó una de las patas del animal, que se encontraba de pie.
Tras unos minutos se dio por satisfecho y dejó paso al siguiente, un joven alto y delgado que pudo palpar el lomo, la espina dorsal y la enorme cabeza del elefante.
Tras él, se acercó un anciano de pelo largo, el cual se acercó a la parte trasera del elefante y pudo tocar la larga cola acabada en una escobilla de pelos. El anciano se quedó convencido de que ya sabía todo lo que necesitaba y, tras hacer una reverencia, se alejó del animal.
Por último, una hermosa mujer se acercó con cautela a la cabeza del elefante y palpó con detenimiento la trompa y los peligrosos colmillos. Tras unos minutos, se retiró con una sonrisa de seguridad.

Ramani no entendía como aquello podía ayudar a solucionar su duda acerca de la verdad.

Entonces, Ammanipan le pidió a cada uno de ellos que explicara cómo era el elefante.

El pequeño ciego afirmó que el elefante era como una gruesa y sólida columna recubierta de piel y acabada en duras uñas.

El alto replicó diciendo que el elefante era un animal muy ancho y largo, lleno de pelo e imposible de abarcar, y que al final tenía una gran cabeza.

Ante estas afirmaciones, el anciano se burló argumentando que el elefante era un ser vasto y esférico, compuesto por dos mitades y con una nariz fina acabada en pelos que, seguramente, le ayudaban a olfatear.

La mujer finalizó diciendo que se equivocaban los tres ya que el elefante era un animal similar a la serpiente, largo, delgado, con dos orificios a modo de nariz y unos grandes cuernos que, sin duda, le ayudaban a cazar presas.

Así los ciegos estuvieron hablando y discutiendo hasta que la noche llegó sin que se hubieran poner de acuerdo sobre la verdadera naturaleza del elefante.

Ramani, algo exasperado, dijo a su padre que lo único que había podido sacar en claro era que ninguno de los ciegos sabía en realidad lo que era un elefante, y que ninguno había alcanzado a saber la verdad.

Su padre le respondió:

— Tienes razón, ninguno sabe la verdad y, sin embargo, los cuatro la conocen pues ¿Acaso el elefante no tiene patas como columnas, un cuerpo inabarcable, una larga cola peluda y una trompa y unos colmillos? ¿Cuál de los ciegos ha dado con la verdad? Ninguno y todos, y por eso seguirán y seguirán discutiendo hasta que nos envuelvan las estrellas.

Reflexión:

El mensaje de una preocupada hermana y amiga, llegó acompañado de un vídeo. Ella requería con -cierta urgencia- mi opinión sobre un determinado asunto.

¿Era irrefutable el mensaje del vídeo? ¿Era verdad lo que estaba diciendo?
Desde el contenido si; los datos expresados eran correctos. La intensión del mensaje me supongo sincera, pero la manera de comunicarlo constituía el gran problema, ya que estaba atacando insensiblemente las creencias de muchos.

Mensajes Directo Al Corazon Donde viven las historias. Descúbrelo ahora