Hay mundos que creemos seguros, sólidos, inquebrantables; mundos en los que no sólo vivimos sino que nos refugiamos, aunque muchas veces no estemos conscientes de eso. Y de la misma manera, hay mundos amenazantes, peligrosos y oscuros; aquellos que se deben evitar y que desde muchas fuentes se nos advierte y aconseja no pisar nunca, aunque algunas veces, con la mejor de las intenciones se nos envíe directamente a sus fauces por aquellos mismos que nos instan a evitarlos. No todas las personas reaccionan igual si por cualquier razón, caen en esa zona peligrosa, oscura y amenazante. Unos salen airosos, otros sucumben y aun otros oscilan como un péndulo entre un mundo y otro. Esa tensión afecta indiscutiblemente, sobre todo si se trata de una persona como Jack.
Jack había sido un niño modelo. En su casa, su madre estaba más que orgullosa de él. En la primaria, sus maestros siempre lo felicitaban por su conducta y su aplicación en el estudio. En la iglesia, siempre era puesto como ejemplo para los otros niños. Ese era su mundo: su casa, su escuela y la iglesia.
Todos en ese mundo se maravillaban de que en ese hogar se hubiera criado un niño así. Su madre, una católica devota, se casó a los veinte años con un hombre que prometía ser buen padre y esposo; trabajador y con grandes expectativas aunque no era religioso como Mary, su esposa. Se establecieron en un barrio de clase media y en los suburbios, pues los ingresos familiares, a pesar de no ser muy altos, les permitían vivir bien. De hecho, la casa la habían comprado inmediatamente después de casarse y cumpliendo la ley no escrita de que todo hombre que se precie como tal, debe vivir los primeros años de adultez encadenado a una hipoteca. Como se casaron jóvenes, habían decidido posponer los hijos por unos nueve o diez años, a fin de asegurarse de contar con los recursos económicos suficientes para atender las obligaciones que un hijo significa. Sin embargo, todo se vino abajo cuando al hombre lo despidieron de su empleo porque se descubrió que alteraba facturas para ganarse la diferencia. Eso fue terrible porque por tal deshonestidad fue juzgado y declarado culpable, yendo a prisión por dos años habida cuenta de que los montos defraudados no habían sido de mucha importancia.
Pero todo se vino abajo porque, además, estando en prisión, nació Jack. Nació en el momento menos oportuno. En primer lugar, no se suponía que tuvieran hijos tan pronto y luego, que viniera al mundo cuando la incertidumbre económica de sus padres era total. No sólo el hombre no tenía trabajo por encontrarse en prisión, sino que sería muy difícil conseguirlo cuando recuperara su libertad. Era asistente de contaduría y en esa posición, como consecuencia de lo sucedido, nadie lo contrataría.
Mary, la madre de Jack, estaba devastada porque desde el principio su padre lo rechazó. A pesar de eso, llevó al bebé a visitarlo a la cárcel tan pronto fue posible y con la ilusión de que su marido, al ver a tan hermoso angelito, se conmoviera y su instinto paternal le hiciera cambiar sus sentimientos; pero fue peor. Cuando llegó, el hombre se levantó de su silla y abandonó el salón de visitas. Apenas miró a Jack... si acaso lo hizo.
Cumplida la condena, el hombre volvió a la casa. Todo estaba como lo había dejado y eso significaba que no había habido ningún progreso. Por el contrario, ya se veían señales de deterioro, no sólo en el inmueble, sino en los enseres y en general en el interior del hogar. Durante su detención, Mary se había podido sostener económicamente con algunas ayudas de la gente de la parroquia y por trabajar limpiando casas, a las cuales iba con Jack pues no tenía con quien dejarlo.
En esas circunstancias, el hombre pasaba todo el tiempo encerrado en su casa y como no quería ni ver al pequeño, Mary debía seguir llevándolo consigo a las casas que limpiaba. Esa situación lo llevó a abusar del alcohol. Pasando la mayor parte del tiempo borracho, los pocos ingresos de Mary se veían aún más disminuidos por el vicio de su marido. El hombre ahora era violento aunque nunca levantó su mano para agredir ni a su esposa ni al niño. A su esposa la trataba con frialdad aunque la obligaba a cumplir su deber conyugal, pero al niñito, simplemente lo ignoraba. Los únicos momentos en que para él ese pequeño existía era cuando lloraba y él pedía a su mujer que lo callara o se lo llevara a donde no pudiera oírlo.
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Caperucita Roja 2.0
Teen FictionSticker de Plata en los #Nikéawards2018 No. No es una repetición del cuento tradicional ni una imitación de otras novelas que tratan sobre el cuento. Es una historia que extrae del cuento sólo un esbozo de las circunstancias para elaborar una trama...