Capítulo 23: De mal en peor

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Jack se puso rojo como una baliza marítima. Poco a poco iba tomando conciencia de lo complicado de su situación: había querido creer que estaba manejando con cierto éxito su vida, o mejor, los cambios que iban sucediéndose, pero en realidad esos mismos cambios acontecían con tanta rapidez que ahora se sentía como una marioneta cuyos hilos estaban en demasiadas manos.

Pero allí no se agotaban las complicaciones, pues esas mismas manos, esos mismos hilos tenían muy distintas características. Por un lado, el mismo Jack había tendido los hilos que otorgó a Wolf y en este caso, Wolf parecía no quererlos ni estar interesado en manejarlos, pero aún así, allí estaban y aunque Wolf no halara de ellos, Jack sí lo hacía. Por otro lado estaban los hilos tendidos por Mark, quien sí estaba interesado en halar de ellos y lograr su cometido, aunque Jack no les hubiera dado la importancia que también poco a poco iba entendiendo que tenían, pues no sólo era cuestión de cómo Mark lo trataba y consideraba, sino de las veces que, como ahora, había intervenido a su favor. De una u otra manera, Jack iba entendiendo que estaba en deuda y que no podía ser desagradecido ni un mal pagador.

Luego estaban los hilos de Martin. Jack no veía a Martin con ojos románticos ni eróticos; o por lo menos eso pensaba, aunque tenía una espinita que el mismo Wolf le había sembrado: Martin era un chico muy guapo también y ahora, sin que Jack entendiera por qué, había cambiado su actitud homofóbica que parecía tener inicialmente. La amistad de Martin y tomando en cuenta también su actitud, le generaban igualmente la sensación de estar en deuda con él, sobre todo por los golpes y heridas que recibió por defenderlo cuando el asunto del intercambio de rehenes. No cualquiera, por más amigo que se diga, está dispuesto a tanto. Por último, estaban los hilos omnipresentes, aunque aparentemente invisibles, de su madre. Estos hilos estaban tejidos con las fibras de las expectativas que ella pudiera tener para Jack, como el asunto de casarse y tener hijos, así como por el cuidado y el amor que le tenía. Al igual que en los casos anteriores, la deuda moral y de gratitud con su madre era muy grande e incluso pesada.

Repasado ese inventario de hilos y fuerzas que empujan o halan, cayó en la cuenta de que ya no tenía los más terribles: los de la pastoral y con ellos, los de la iglesia y sus sacerdotes. En ese momento pensó que los había roto por el funcionamiento simultáneo de otras dos fuerzas opuestas: la desilusión que todos los problemas e hipocresía que los asuntos religiosos le habían provocado y la tensión por satisfacer su necesidad de ser amado... incluso sexualmente. No obstante esa liberación, todavía quedaba resolver esa ecuación de equilibrio de las otras cuatro fuerzas, sean Wolf, Mark, Martin y su madre, y recordó las clases de matemáticas concluyendo que de todo eso debería de resultar un vector que, aunque tuviera por magnitud la suma algebraica de tales fuerzas, en última instancia no apuntaría en la misma dirección de ninguna. Eso le produjo una nueva sensación de angustia. «"En última instancia, ¿terminaré solo?" Pensó.»

—Y bien... ¿cómo fue todo ese enredo? ¿Por qué te detuvo la policía?—insistió Mark.

Jack pensó que debería desviar la conversación, pero para lograrlo necesitaba invocar un tema lo suficientemente importante.

—Eh... Mark... Piénsalo bien... ¿qué sientes por mí?

—¿Qué? ¿A qué viene esa pregunta?

—A que quiero saberlo a ciencia cierta... ¿qué sientes por mí?

—¿Acaso tienes alguna duda? ¿No me preguntaste algo parecido ayer?

—Sí, pero... ¿Sólo te gusto y quieres acostarte conmigo o sientes algo más?

—Eh... mejor espero en la sala —dijo John con la idea de dejarlos solos discretamente.

—No, John, quédate, porfa —le dijo Jack—. Tú conoces a Mark mejor que yo.

Caperucita Roja 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora