Capítulo 18: ¿Rumbo al reino de Hades?

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Wolf se puso de pie de un salto intentando que Jack no volviera a iniciar el proceso de seducción pues sabía que por iniciado le iba a resultar más difícil abstenerse de complacerse y complacer a Jack. Sin embargo, al alejarse, quedó de pie frente al chico y por un momento no estuvo consciente de que estaba completamente desnudo. No fue sino hasta que vio a Jack recorrer todo su cuerpo con la vista y notar la expresión en su rostro que tomó consciencia de ello. Rápidamente tomó sus pantalones y se los puso, así como sus botas y demás accesorios, en especial las cadenas.

—No seas loco, Caperucita. Puedo ver que esto te ha gustado mucho más de lo que me imaginé; pero tampoco es para tanto.

—Wolf... pero yo quiero.

—No lo dudo; pero tendrás que entender que yo no.

—¿Cómo? ¿A ti no te ha gustado?

—No se trata de eso, Caperucita.

—A mí me pareció que lo disfrutaste mucho, también.

—Que no se trata de eso, te digo; no seas tan necio. Y ahora vístete.

—Pero, Wolf...

—Nada. Te vistes y ya está. Todo volverá a la normalidad y aquí nada ha pasado.

Jack, más por simple obediencia que por convicción, tomó su ropa y comenzó a vestirse.

—Supongo que tienes hambre —le dijo Wolf.

—Un poco, sí.

—Yo no tengo dinero para llevarte a desayunar. Esa es otra razón por la que debes volver a tu casa.

—Pero yo tengo un poco, Wolf. Creo que para un par de cafés con leche y algún pan puede ser suficiente.

Wolf guardó silencio un instante dudando.

—¿Me estás invitando? —preguntó al final.

—No lo sé... yo no lo veo así... más bien lo comparto contigo.

—Pero tú pagarías el desayuno.

—¿Eh?

Jack fue quien ahora dudó. No estaba seguro de lo que estaba detrás de esa sencilla conversación. Por un lado, Wolf podría sentirse disminuido al ser Jack quien pagara el desayuno; incluso podría haber alguna forma oculta de machismo que le impidiera que un mocoso como Jack tuviera que pagar la comida. Pero por otro, podría estar manifestando alguna forma de asombro positivo al ver que Jack, con toda amabilidad y cariño le estaba invitando. ¿Cuál de las dos? Además pensó que como siempre Wolf andaba solo, o más bien, solitario, tampoco parecía ser el caso de que estuviera acostumbrado a que sus «falderos» se encargaran de conseguir las cosas para él; aunque lo que había visto la noche anterior, cuando los chicos habían traído las cervezas, unas compradas y otras robadas, también podría ser indicación de que, de alguna forma, estaba aceptando eso de contar con una manada y él, como macho alfa, no sólo esperaba sino que exigía que le atendieran de esa forma.

—¿Y bien? —insistió Wolf—. Te has quedado ensimismado. ¿Tan difícil es contestar si me estás invitando o no?

—Wolf... en realidad sí; me es difícil.

—¿Por qué?

—Porque no sé cómo puedes tomar mi respuesta.

—Dila y descúbrelo.

—Pero, Wolf... ¿y si te molesta?

—Fácil: me molestará. No veo ningún misterio en eso.

—Pero yo no quiero que te molestes.

Caperucita Roja 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora