Capítulo 31: «Nadie sabe para quién trabaja»

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La abuela se sorprendió sobremanera al escuchar que tocaban a la puerta y ver por la ventana a Wolf. Con todo lo sucedido y tomando en cuenta que los chicos se habían ido apenas pasado el mediodía, le extrañó mucho que ya habiéndose puesto el sol, el muchacho llegara, por primera vez, a llamar a su puerta; y a pesar de eso, se apresuró a abrir.

—Wolf, querido. ¿Qué te trae por aquí tan tarde? —le preguntó entre dudosa y algo temerosa también.

—Amanda. Disculpe que moleste a esta hora porque sé que usted se acuesta temprano, pero es importante. ¿Puedo pasar?

—Claro, querido; pasa, pasa.

Wolf entró y la mujer lo invitó a sentarse.

—Me enteré de que algo malo le pasó a Jack, pero no pude saber qué fue. Me dijeron algo de un hospital y como tengo un asunto pendiente, quisiera saber qué sucedió.

Con cierto recelo la anciana le contó sobre la crisis de nervios, las alucinaciones y cómo fue necesario llamar a los paramédicos y la posterior internación.

—¿Y Mark y los chicos se encargaron de él? —preguntó Wolf.

—Así es. Y ahora estamos todos preocupados porque no sabemos dónde está ni quién fue que lo sacó del hospital; y por lo que me dices, tú tampoco sabes nada.

—Muy bien, muchas gracias. Sólo le pido un favor, no se acueste todavía.

—¿Por qué, Wolf?

—Porque no sé a qué hora, pero traeré a Jack aquí si todo salió como pensé.

—¡Oh! Le diré a los chicos.

—Todavía no, pues no sé si lo que planeé habrá tenido éxito. Espero que sí. Cuando Jack esté aquí, entonces llámelos.

                                            *       *      *

Wolf se fue para otro de sus «dormitorios» y se dispuso a esperar. Al poco rato, llegaron Bobby, Critter y otros cachorros, quienes habiéndose enterado de la presencia de Wolf, se alegraron de su vuelta «a casa»; y Bobby, para festejar, mandó a uno de los chicos que venían con ellos a buscar unas cervezas. En un momento tenían armado el usual campamento en torno a una fogata. No se acercaron al otro lugar, pues todavía seguía precintado de amarillo con la conocida leyenda «CRIME SCENE».

Bobby preguntó por Jack y extrañamente ninguno de los cachorros había visto ni oído lo de los paramédicos ni del posterior secuestro, y Wolf tampoco contó lo que Mrs. Walsh le había informado. El tiempo pasaba y las cervezas se iban acabando; mientras que los cachorros hacían planes para el futuro, ahora que había vuelto su nuevo líder, quien a sus ojos ahora contaba con un aura especial al haber sido detenido por la policía como sospechoso de homicidio. El haber pasado una noche en la comisaría, en ese ambiente, era como una condecoración, aunque a Wolf eso lo tenía sin cuidado.

—¡Wolf! ¡Mira! —dijo Critter señalando hacia la entrada del edificio—. ¿Qué hace él aquí?

—¡Black Skull! —dijo Wolf poniéndose de pie y yendo hacia él mientras los cachorros estaban a la defensiva y asombrados—. ¿Lo tienes?

—Está afuera con mis «hijos» —contestó un tipo corpulento, negro como el azabache, con más de treinta años, largo pelo en rasta, anteojos negros y una llamativa gorra en verde, rojo, amarillo y negro que identificaba su vinculación y su extracción africana—. Está bien, pero sigue «high». ¿Qué le dieron? Porque le ha pegado feo.

—No te preocupes por eso. ¡Bobby! —llamó Wolf—. Acompáñanos.

El chico, junto con Wolf y quien resultó ser Black Skull, salieron hacia donde un par de chicos, negros como su líder, tenían a Jack flanqueado por otros dos.

Caperucita Roja 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora