Capítulo 7: No todo es lo que parece

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Cuando Mark se fue, Jack intentó volver a su lectura pues todavía faltaban como quince minutos para el inicio de las clases de la tarde. Tomó de nuevo sus «Florecillas» pero en lugar de comenzar a leer sacó la estampita de San Francisco y el lobo y la contempló unos largos segundos. Se convenció aún más de que la aparición de esa estampa era providencial. Recordó lo poco que sabía acerca de la vida de San Francisco: cuando joven tuvo una vida licenciosa pero luego fue llamado por Dios a vivir para Él. Abandonó todo, incluso la comodidad de su hogar, hizo voto de pobreza y sobre todo vivió en armonía con la naturaleza, especialmente con los animales, a quienes llamaba «hermanos», y decidió volver a leer, tan pronto pudiera, el «Cántico de las Criaturas», que había leído muchos años atrás. Volvió a guardar la estampita en el libro y lo guardó en su mochila. Si antes no se podía concentrar en la lectura, ahora menos.

La actitud de Mark le había desconcertado. Lo conocía como un narcisista que no sólo estaba muy orgulloso de su cuerpo y la belleza de su rostro, sino como un egoísta. Todas las chicas del colegio se morían por él y como lo sabía, coqueteaba con todas las que se le acercaran pero no formalizaba con ninguna. Incluso una vez le había oído decir que dedicarse solo a una era una maldad, pues privaba a las otras del placer que podía ofrecerles. Según eso, y en opinión de Jack, Mark se acostaría con muchas que se le ofrecieran y probablemente se emperraría con las que se hacían las difíciles hasta lograr acostarse con ellas... todo para luego dejarlas.

Nadie se preocupaba de que no tuviera novia. Todos entendían que, en realidad, tenía todas las novias que quisiera. Pero cuando un chico llegaba a la edad de ennoviarse y seguía solo, todo el mundo hablaba de él y por supuesto, le endilgaban la etiqueta de «gay» sin apelación. «Mark no tiene novia, pero todo el mundo sabe que es muy hombre; yo no tengo novia y todos creen que soy gay.» Pensó. Y se volvió a entristecer por cuanto, aunque nadie supiera su preferencia sexual, estaban en lo cierto.

Si algún chico estaba soltero y lo acusaban de gay, tenía muchas maneras de rebelarse y aclarar la situación, pues al no serlo, reaccionaba como se supone que debe de hacerse. Pero Jack, no sabía cómo reaccionar, pues si alguien decía que era gay, su propia conciencia lo traicionaba y sólo agachaba la cabeza y se iba para otro lado. Además, si alguien le preguntara directamente, él, en estos momentos, no podría negarlo, pues sería mentir y eso es pecado... Con lo que había sucedido con Willy durante el paseo, lo que Wolf le provocaba y ahora lo que Mark le había hecho sentir, ya no le cabía ninguna duda. Así que no era cuestión de negarlo ante sí mismo... sería cuestión de entenderlo y buscar, con la ayuda de Dios, la mejor manera de manejarlo. En primer lugar, tenía que evitar a toda costa cometer lo que llamaban «el pecado de sodomía» y para eso, pensó, tenía que evitar toda oportunidad para que ocurriera, como estar a solas con cualquier chico... aunque también creyó que se pasaba al otro extremo, por cuanto no todos los chicos querrían pecar con él... Entonces, sería cuestión de evitar a los chicos peligrosos, aquellos que se le insinuaran o francamente intentaran seducirlo... o los que, de alguna manera, sabía que eran gays o por lo menos, hubiera antecedentes de que tuvieran sexo con chicos.

En ese momento, Jack consideró que sólo había tres muchachos en su cercanía y que podían encender las alarmas: Willy era el peligro mayor, pues ya supo que había tenido sexo con el otro chico en el colegio; Mark, que no sabía muy bien cómo interpretar su actitud... por momentos creyó captarle ciertos movimientos de seducción, pero Mark era así con todo el mundo; y Wolf... cuya actitud tampoco podía descifrar a ciencia cierta... aunque estaba pendiente ese asunto de «comerlo» que de alguna manera, le sonaba a sexo... pero, a decir verdad, no estaba seguro, pues pensó que podría ser más bien una proyección de su propio deseo y no una comprensión del deseo de Wolf... Y vio que había un problema serio en esta línea de pensamiento: ¿Cuánto habría que les correspondería a los chicos y cuánto a él? ¿Cómo distinguir si un chico lo deseaba o, como él podría desearlo, su propio deseo le llevara a pensar que el chico era el interesado? ¿No era esto un lío? Un lío tal que hasta le resultaba difícil ponerlo en palabras.

Caperucita Roja 2.0Donde viven las historias. Descúbrelo ahora