Jack dudó. Sintió como si un gato se parara sobre la boca de su estómago y clavara las uñas de sus cuatro patas.
—Eh... Willy... Con todo esto de nuestra conversación me había olvidado de que Martin venía para acá —dijo Jack antes de ir a abrir la puerta.
El timbre volvió a sonar.
—¡Rayos! —dijo Willy— Eso no es bueno.
—¿Por qué, Willy querido? —preguntó Mrs. Walsh—. ¿Acaso hay algún problema entre ustedes dos?
—Eh... sí, abuela. En realidad yo no, pero Martin es intransigente e intolerante y no creo que reaccione bien cuando me vea aquí.
El timbre volvía a sonar, ahora con insistencia.
—No lo creo, Willy. Martin es un chico bueno también y de todas formas, esta es mi casa, no suya, y todo el que llega debe comportarse con respeto —dijo la anciana. Y dirigiéndose a Jack—: Ve, Jack; y ábrele. Por favor.
Jack hizo lo indicado y Martin entró con energía y alegremente.
—¡Caramba! Creí que no había nadie y se habían olvidado de mí. ¡Hola, Jack, hermano! —dijo riendo pero su risa se detuvo en seco al ver en el sofá a Willy con Björn a su lado.
Se puso serio, frío y rígido. El ritmo de su respiración cambió. Miró a Willy a los ojos y sin desviarle la mirada preguntó:
—Jack, ¿qué hace este aquí?
—Martin, cielito, ¿no vas a saludar con un beso a la abuela? —preguntó Mrs. Walsh.
—¿Eh? ¡Oh! Eh... Sí... sí... claro... Perdone Mrs. Walsh —dijo Martin cuyo estupor no fue obstáculo para caer en la cuenta de su falta de cortesía para con la dueña de casa.
—Eh... nosotros, mejor, nos vamos —dijo Willy poniéndose de pie y Björn le siguió de inmediato.
—No tienen por qué, Willy querido —dijo la anciana—. Y aunque pueda parecer que me entrometo en lo que no me debería importar, lo cierto es que me importa. Me parece una buena oportunidad para que se aclaren algunas cosas, pues estoy segura de que Martin, al ignorarlas, se ha confundido.
—¿Qué? ¿Qué cosas? ¿Qué es lo que ignoro? —dijo Martin ahora sintiéndose incómodo al entender que se encontraba en desventaja como sucede con todo ignorante.
—Martin —dijo al fin Jack—, lo que nos contaron sobre Willy no era cierto.
—¡¿Qué?! —exclamó Martin agregando a su incomodidad algo de asombro.
—Sí. A Willy no lo expulsaron del colegio ni lo pillaron haciendo eso... bueno... eso que nos dijeron.
—¡¡¡¿Qué?!!! —exclamó aún más fuerte cayendo ahora en la incredulidad—. Y tú, Jack, ¿cómo lo sabes?
—Porque Willy me lo acaba de explicar.
—Y tú... tú... ¿eres tan ingenuo como para creerle?
—¡Martin! ¿Por qué no habría de hacerlo? Él mismo, de su propia boca, me ha relatado lo que sucedió.
—Pero, Jack... ¿le crees a este... —iba a decir «sodomita» pero se contuvo por respeto a la anciana— este... pecador, antes que al padre Santiago?
—Abuela... mejor nos vamos —insistió Willy—. No es necesario que usted tenga que presenciar todo esto.
—Martin, querido —dijo Mrs. Walsh pasando por alto conscientemente las palabras de Willy—, ¿el padre Santiago estuvo allí? ¿Acaso presenció lo que pasaba? ¿Lo vio con sus propios ojos?
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Caperucita Roja 2.0
Ficção AdolescenteSticker de Plata en los #Nikéawards2018 No. No es una repetición del cuento tradicional ni una imitación de otras novelas que tratan sobre el cuento. Es una historia que extrae del cuento sólo un esbozo de las circunstancias para elaborar una trama...