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Colby mantenía sus ojos cerrados, tratando de dejarse llevar por el silencio en el lugar y conciliar el sueño. Ya era bastante tarde para estar despierto. 

Acomodó firmemente su mejilla sobre la almohada, pensando en aquella tarde divertida que pasó con Randall hablando tonterías. 

No sabía desde cuando, pero sus visitas ya se habían hecho algo natural. 

Su corazón latió algo alarmado cuando escuchó el suave cerrojo de la puerta bajar, permitiendo la entrada de alguien en su cuarto. Pero lo dejó pasar cuando supuso que se trataba de una enfermera, tal como ha pasado algunas noches. 

O eso pensó hasta que escuchó el sonido del sillón hundirse a unos metros de la camilla, causando que Colby abriera brevemente sus ojos. 

Bajo la poca luz que se filtraba por las ventanas pudo ver a Randal, sentado con la cabeza baja y una notoria mueca de cansancio en su rostro. 

La curiosidad por saber lo que pasaba estaba perturbando al muchacho bicolor, pero decidió mantener sus ojos cerrados y fingir estar dormido una vez que se aseguró de que el tatuado no se había dado cuenta de que lo observaban. 

Colby escuchó un suspiro proveniente del chico de cabeza rapada, tragando suavemente y evitando el ser descubierto y apegándose con más fuerza las colchas contra sí. 

–Desde que perdiste la memoria...Todo se ha vuelto complicado, Col– Empezó a decir, dejando que su garrasposo tono de voz hiciera eco en los oídos del bicolor– Extraño contarte todo lo que me pasa, extraño que me digas que todo estará bien y que estarás para mí...Ahora yo soy el único que lo hace. 

El muchacho de ropa de hospital solo podía tragar con suavidad, sintiendo que su pecho se aplastaba por la extraña presión y que algo dolía en este. 

–Hey, Colby...¿Me haces un espacio en tu cama?

De inmediato abrió sus ojos, dándole una avergonzada mirada al tatuado cuando se percató de que había sido descubierto todo este tiempo. 

Pero en completo silencio decidió moverse suavemente a un lado, dejando todo el espacio posible para Randal. 

El tatuado dejó de lado lo que parecía aquel libro de todos los días, quitándose rápidamente las zapatillas y acercándose a la cama de hospital en la que Colby estaba postrado. 

Decir que el corazón del bicolor saltaba a mil por hora era poco, pero intentó ocultarlo lo más posible mientras veía al muchacho recostarse junto a él. 

Se sentía algo extraño en un principio, pero poco a poco algo dentro de él se relajó y decidió encontrar sus ojos con los del tatuado. 

Sin que ninguno rompiera el contacto visual, sus manos comenzaron a recorrer el suave colchón hasta encontrar la del otro y entrelazar sus dedos por debajo de las colchas. 

–Buenas noches, niño bonito.

Colby sentía que el pecho le explotaría, pero de todas maneras se las arregló para no atragantarse con el aire. 

–Buenas noches, Randy. 

Al amanecer ||Ortollins||Donde viven las historias. Descúbrelo ahora