Capítulo 9. Las madrugadas en un hospital

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|PIPER|

Son más interesantes de lo que parecen.

A medida que uno va avanzando en su carrera académica en un hospital, va aprendiendo pequeñas cosas que son gajes del oficio. Uno aprende dónde es mejor dormir una pequeña siesta, qué días es preferible comer en el buffet, qué médicos es mejor evitar, y también se aprende cuándo hay que estar preparado para lo que sea.

Hay cierta hora en un hospital en que se transforma en algo parecido a ER emergencia, eso sí, sin el doctor Carter, Kovac o Ross. Y ese momento, es la madrugada.

Era madrugada de jueves y las cosas iban como se esperaba que fueran: los ya acostumbrados ginecólogos trabajando en partos que obligaban a los pediatras a despertar de sus siestas para recibir a los recién nacidos; los de clínica recibiendo víctimas de accidentes que muchos de ellos requerían el trabajo con cirugía y traumatología, o bien, atendiendo personas que decidían consultar a las 2 de la mañana por un dolor de garganta.

Las mejores historias pasaban en la madrugada. Había drama, diversión, alegría y cansancio. Uno trabajaba duro para lograr cosas buenas, y al final de la guardia, por más sueño que tuvieses, dormías bien con lo logrado.

— Disculpe que la moleste Doctora Moore —oí mi nombre y me giré hacia la voz que me llamaba.

Suni Lee estaba en sus primeros años de residencia, cuando estabas descubriendo nuevas facetas de la carrera y pasada de experiencia en otras. Se veía más joven de lo que era, y era de esas chicas que no necesitaban estar maquilladas para ser bonitas. Su rostro era redondeado con grandes ojos negros, enmarcados por largo y lacio cabello negro que siempre llevaba trenzado. Además, había algo en ella que me recordaba a mí misma, resultándome imposible que no me simpatizara.

— Sabes que puedes llamarme Piper —le dije sonriéndole, mientras la invitaba a unirse a mí.

Me encontraba en la sala de médicos, intentando mantenerme despierta y saciando mi hambre que cada día aumentaba más. Pasé mi mano por mi panza con suavidad, por simple inercia.

Ella me sonrió, dejando una pila de historias clínicas sobre la mesa y se sentó a mi lado con pesadez.

— Ya me leí todas las historias clínicas, y no hay nadie en la guardia por el momento —comentó, apoyando su rostro sobre su mano, y mirando la televisión donde había una comedia romántica.

— Entiendo el sentimiento —susurré—, si quieres puedes ir a dormir y yo te despierto si hay algo nuevo —agregué pero ella negó, quizás, con deseos de que su compañera de residencia descansara más.

«Tengo algo para ti, te encuentro en nuestro sitio» decía el mensaje de Loreley que me llegó al móvil. Lo miré confundida y desorientada, y rápidamente respondí.

«Creo que te equivocaste y me mandaste un mensaje que era para Matt»

«Es para ti, tonta. Tengo comida. ¿Quieres o no?» inquirió, y no había duda...

«En camino... llevo compañía así que nada de desnudos» dije, y me puse de pie con entusiasmo, volviendo a la vida, y arrastrando a Suni hasta el lugar del tesoro.

— Entonces, ¿Te gustó la tanga rosa con la que te esperé? —preguntó Loreley burlonamente, mientras comía pastel de chocolate que su hermana nos había mandado.

Estaba pensando seriamente en construirle un monumento.

Asentí rápidamente, comiendo como si llevara días sin tener nada en mi estómago. Sabía que no podía usar el embarazo como excusa para comer, pero en verdad me venía a la perfección y últimamente lo único que me gobernada era el hambre.

Sin Reservas (SA #2) |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora