|PIPER|
De ese modo me siento a veces en el hospital, aunque hay otras en las que realmente me gusta estar ahí. Un precipicio en el que debo cuidar cada uno de mis movimientos y palabras para no caer en el vacío. La realidad diaria en complicada, sobre todo cuando uno quiere pasar desapercibido, y uno puede volverse loco, corrompido por la paranoia. Los prejuicios externos se entremezclan con la realidad. Personas que te sonríen y felicitan son las mismas que crean historias de ti, distorsionando la realidad para el propio goce, trayendo y llevando comentarios maliciosos, mirando para juzgarte.
El gran monstruo que es el hospital está ahí, esperando para devorarte.
Si alguien conocía de días complicados era yo, pero curiosamente ese día todo estaba bien. Tan tranquilo que resultaba extraño. Sin ningún tipo de crisis durante el transcurso de la mañana, sin personas gritándome, pacientes peleándose, ni quejas ni nada. Si sumaba todo eso, había grandes posibilidades de que en cualquier momento todo se fuese al infierno.
Así que por eso me encontraba un tanto...cuidadosa.
En mi mente tachaba cada una de mis tareas diarias: los pacientes ya estaban revisados, las indicaciones estaban completas, los análisis enviados y los estudios entregados, las evoluciones estaban casi por terminar y solo quedaba el parte a los familiares. Bien, tenía todo perfectamente organizado y me sentía orgullosa de mí.
Intentaba disfrutar de algún modo el último tiempo que me quedaba allí antes de la licencia, así que me sentía un tanto soñadora por los pasillos. Saludaba a las personas con una simpatía colosal, algo que precisamente no tengo. Por un instante me creí lo más parecido a Miss Simpatía, y de ese modo, casi como drogada, recorría el hospital hasta que oí una voz que me llamaba.
No era cualquier voz, así que inmediatamente sonreí y camine hacia ella. La mujer me miraba con orgullo y cariño, como si me conociese de toda la vida y viese en mí el futuro también. Y la verdad, eso se asemejaba bastante a lo que ella era en mi vida.
— ¡Katherine! —saludé a mi suegra a la distancia. Sus ojos brillaron al ver mi panza.
— Piper, cariño, ven aquí —me dijo, y tan pronto como la tuve cerca tocó mi panza.
Yo estaba tan concentrada en ella, que apenas me di cuenta que había otra persona cerca de nosotros. Una persona que se fue acercando hasta que finalmente mis ojos dieron con ella. Decir que me puse pálida probablemente sea poco. Decir que sentí la tierra hundirse bajo mis pies, mi corazón estremecerse y mi bebé gritando por ayuda, probablemente también sea poco.
— Ingrid, ella es mi nuera, y acá está mi hermosa nieta —canturreó Katherine tocando mi panza sin notar como mi expresión se transformó. Los ojos oscuros de Ingrid no dejaban mi cara, mientras mantenía una sonrisa forzosa.
— No sabía que nuestra Piper era tu nuera —murmuró Ingrid con falsa simpatía. El "nuestra" me dio escalofríos y no supe como ocultarlo.
— Si, al fin uno de mis hijos me da la alegría de ser abuela —continuó hablando Katherine, mientras yo rezaba por salvación. Con cada minuto que transcurría la tierra se agrietaba más, y el infierno me reclamaba. Lo que más de daba miedo, era encontrarla a ella también allí—. Siempre creí que Logan sería el primero en darme un nieto, pero fue Aiden.
¿Era necesario que siguiera hablando? ¿No podía irme, hacerme invisible o quizás teletransportarme?
— ¿Qué haces por aquí Katherine? ¿Te sucedió algo? —pregunté, intentando cambiar de tema.
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Sin Reservas (SA #2) |Finalizada|
ChickLitPiper y Aiden están metiéndose en un mundo inexplorado. Logan y Loreley desistieron de ser adultos normales. Luana solo quiere hacerse valer. Y Douglas está obsesionado con lo que no puede tener. Ellos aún intentan sobrevivir en un mundo co...