Capítulo 32: Ser padres |Piper|

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Es tarea dura. Realmente subestimé el arduo trabajo de ser un padre hasta ahora. Trabajar en el hospital no es nada en comparación de esto. Madrugadas sin dormir, llantos que no paran, pañales que hay que cambiar a cada rato. Siento que mi relación con mi cama está en peligro; ella me desea y me extraña pero no puedo satisfacer su deseo por más sueño que tenga.

El principio parecía todo moderadamente controlado. Pero era demasiado control para ser creíble. Aiden tuvo que volver a trabajar y yo tenía que permanecer sola con el terror de que Audrielle no estuviese bien. No me encontraba tranquila con ella bajo mi vista y mucho menos cuando no la veía. Amaba ser la madre de Audrielle aunque me costara acostumbrarme. Lloraba más seguido de lo que pensé que lo haría; la presión, las dudas y el temor de que Audrielle sufriera por mí era demasiado.

— Primero que nada, deja de llorar de una maldita vez —dijo Margot chasqueando sus dedos con su característica paciencia. Quedé en silencio un instante, mirándola dubitativamente y seguí llorando más ruidosamente.

— No me grites —exclamé limpiándome ruidosamente mi nariz. Me volví pequeña frente a ella, y quise correr hacia la casa de mi mamá.

— Ya no sé cómo lidiar contigo, en serio —comentó ella caminando por la sala—. Llorar hace bien, tienes que descargar todo lo que guardas pero vamos, arriba el ánimo que no murió nadie —me dijo, y estuve a punto de continuar llorando hasta que ella elevó sus manos para callarme—. Audrielle está bien, no le pasó nada. Sí, pensaste que se había ahogado pero no pasó nada. No es tu culpa ni a de ella, la próxima serás más cuidadosa —agregó.

— No quiero hacerle daño, es tan pequeña —respondí entrecortadamente. Habían pasado un par de meses desde su nacimiento pero había cosas que aún no podía controlar.

— No le harás daño, está todo bien. Debes disfrutarla, ya sabes, cuando no estás en el hospital debes usar tu tiempo libre para cuidar de ella bien —me recomendó—. Ya hubiese querido yo tener aquí a mi madre para que cuidara de Lio todos los días. Tú tienes la oportunidad que tanto tu madre como la mama de Aiden lo hagan, e incluso ordenan tu casa. Sí, a veces pueden ser un tanto pesadas con las llamadas y las recomendaciones pero solo haz oídos sordos —dijo con sabiduría.

Abrazada al almohadón del sillón la miré haciendo un mohín. Realmente no sabría que hacer sin ella. Yo era desesperante, dramática y pesimista, y ella podía ser de poca paciencia pero me decía exactamente lo que necesitaba escuchar. Y ni hablar de cómo su experiencia me ayudaba.

— Gracias, mamá Margot —susurré.

— Estoy para lo que necesites mi niña, ahora hazme el favor y ve a bañarte porque le prometí a Aiden que te tendría lista antes de que él llegara —me dijo, agarrándome la mano para levantarme y empujarme hacia el baño.

— ¡No quiero! —grité.

— Vamos, báñate que tienes una cita con Aiden mientras yo tengo una cita con tu hija, mi hijo y Loreley esta noche aquí —me tiró dentro del baño, encerrándome sin poder quejarme. Golpeé la puerta, riendo con lágrimas que caían sin querer. La situación era tan extraña que ya se tornaba graciosa, y sabiendo que no había alternativa, hice lo que Margot me mandó a hacer.

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El ambiente del restaurante de Douglas me resultaba reconfortante. Cada vez que estaba allí no podía dejar de sentirme como en mi casa; la suave música, el buen trato de los trabajadores y ese ambiente privado que daban las sutiles separaciones entre las mesas. Cómo tantas veces, ese día también estábamos en la mesa que Douglas tenía reservada para él. Gracias a dios sin su presencia esta vez.

Sin Reservas (SA #2) |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora