Capítulo 10. Whoa...

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«Creo que son muchas cosas por comprender» pensé, pero estoy un 98% segura que lo dije en voz alta.

— No son muchas cosas —admitió Douglas, acomodándose en el sillón de mi casa y posando su cara sobre su mano para lucir como un niño inocente.

Sí, lo había dicho en voz alta. Y él no era ningún niño inocente.

— ¿Entonces la chica con la que molestaste toda aquella noche es la hermana menor de Loreley? —inquirió Aiden confundido, y Douglas asintió mecánicamente. Los miré a ambos desorientada y me centré en Douglas.

— ¿Loreley sabe que te gusta su hermana? —pregunté.

— No lo creo. Estoy seguro que Matt y Loreley me matarían si acaso planeo acercarme a ella. Logré conseguir el lugar donde trabaja gracias a su madre —explicó. Sonreí acomodándome en el sillón mientras tomaba un café con leche.

— Aw, te falta la perimetral y ya te recibes de acosador —canturreé sarcásticamente y él fingió reírse.

— Muy graciosa Moore, pero quiero tu ayuda. Necesito su número de teléfono o algo para poder comunicarme con ella. Aceptó ir a una cita conmigo pero no me dio su número de teléfono, y dijo que me encargue yo mismo de conseguirlo —dijo indignado, posando sus ojos ambarinos sobre mí.

Mi sonrisa se llenó de orgullo al pensar en Luana, y me sentí importante al saber que él necesitaba mi ayuda. Era como el padrino a quien todos le pedían favores. La indignación de Douglas se transformó en impaciencia ante mi silencio, pero se lo tenía que aguantar. Había llegado a nuestra casa cuando estaba durmiendo una siesta.

Él no sabía lo que significaba para mí dormir.

— Llego a darte su número y estoy segura que Loreley me va a odiar para toda la vida, y en verdad, la quiero como mejor amiga —respondí, estirándome para apoyar mis pies sobre las piernas de Aiden.

Aún me encontraba en pijamas con ridículos dibujitos y llevaba puestas unas pantuflas con orejas. Madurar no era una opción en mi vida.

— Eso sí —afirmé con arrogancia, cuando él ya comenzaba a acuchillarme con su mirada—, podrías romper algunos códigos más sobre privacidad y espacio personal para revisar los números de mi móvil —agregué—. El problema es que no tengo idea dónde está —admití, encogiéndome de hombros.

Oí a Aiden suspirar y me volteé para verlo sacudir su pelo, mientras señalaba disimuladamente con la mirada hacia el mueble donde estaba el televisor rodeado de fotos y adornos. Los labios de Douglas se curvaron en una sonrisa que iluminó su rostro, y agradeciéndonos como si acaso le hubiésemos dicho la mejor noticia del mundo, él corrió hacia mi teléfono.

— Dices una palabra y la castración va a ser lo mínimo que voy a hacerte —murmuré y él asintió. O le daba lo mismo sus genitales, o bien, no pensaba decir una palabra.

Le sonreí con satisfacción a Aiden pero cuando él robó mi café con leche mi expresión se ensombreció.

— Mucha cafeína puede hacerte mal —dijo al ver que continuaba mirándolo sombríamente.

— Por algo lo estoy tomando con leche, además, Nora y Loreley me lo permitieron —dije para dejarlo sin excusas, y pensando en todas esas bebidas que no me gustaban. Realmente el café era uno de mis grandes amores.

Aiden sabía que no había vuelta atrás conmigo y si quería que llegáramos a punto medio, debía dar buenas propuestas. Él pareció meditar la situación, estirando su mano para jugar con mi pelo. Nos analizamos meditabundos como si estuviésemos solo y el molesto de Douglas no estuviese acechando mi teléfono en busca de un número de teléfono.

Sin Reservas (SA #2) |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora