Simplemente en eso se resume lo que sucede en mi cerebro.
Que fuese un día en medio de la semana, tormentoso y tuviese una reunión familiar no era un buen augurio. Absolutamente para nada. Desde hacía una semana, cuando la reunión fue pactada, tenía ese pensamiento de que todo sería tenso y raro.
No es que fuese una loca, paranoica y obsesiva... lo era un poco pero ese no era el hecho en cuestión que me hizo pensar eso.
Solo imaginaba una pizarra en blanco para hacer unas simples cuentas: embarazada hormonal + cirujano sarcástico con tendencias egocéntricas + profesor bromista e inmaduro + abogado sin filtros para hablar + 2 madres obsesivas y sobreprotectoras + adulto padre de familia que no sabe acerca del control de situaciones = desastre inminente.
Las luces en mi cabeza tintineaban en color rojo mientras las sirenas se alzaban con alarma. «Cuidado, zona de peligro» decían una y otra vez las voces de mi conciencia. Había tanto desastre en mi mente que estaba a un paso de que la esquizofrenia se hiciera presente en mí.
Una vez llegamos a la antigua casa de Aiden y Logan, ubicada a unos metros de mi casa, todo se veía cotidiano y tranquilo. Y cuando me refiero a cotidiano y tranquilo quiero decir que mi madre no perdió tiempo en criticar lo tarde que llegamos, dado que estábamos trabajando, o la madre de Aiden en soltar cuan delgado se veía su hijo, como si acaso fuese un pobre niño que estaba abandonado.
Me hubiese gustado decirle que él tenía más antojos que yo, y que probablemente habría aumentado de peso, pero mi suegra no me hubiese creído y posiblemente me daría consejos de cómo alimentar a su hijo crecido de 30 años. Además de que Aiden me hubiese mirado con ofensa y horror. Así que me mordí la lengua y seguí soportando las palabras que rebotaban en mi coraza de desinterés.
A todo eso, había que sumarle la larga lista de preguntas que parecía un interrogatorio policial en vez de una reunión en familia.
«¿Estás comiendo?» «¿Estas yendo a los controles? ¿Está todo bien?» «¿Se están adaptando bien a la convivencia?» «¿Algún problema en el trabajo? ¿Puedes hacer todo?» las preguntas venían tanto de mi mamá como de Katherine, una tras otra como disparos de una ametralladora. Aiden y yo ahogamos un grito por lo bajo, y solo nos limitamos a responder si o no además de alguna que otra oración muy breve.
— La vecina me dijo que la hija de su amiga es doctora y al quedar embarazada tuvo que dejar el trabajo porque era demasiado peligroso y cansador —dijo Katherine con tono sabio. Use toda la fuerza cósmica para que mi expresión no cambiara y la miré por un instante hasta que me volteé a Aiden en busca de alguna ayuda; desde que el embarazo se supo tanto mi mamá como ella parecían reacias a verme trabajando en un hospital como si acaso no pudiese ser posible.
No sé si afortunadamente o por desgracia, el rostro de Aiden estaba completamente contorsionado por el horror y el sarcasmo. Podía saber exactamente que pensaba con aquella mirada entornada sobre su mamá y la boca entreabierta.
Era como si procesara la realidad para intentar encontrar algo positivo. O también se veía como alguien queriendo pensar qué responder sin sonar mal.
— Mi vecino me dijo que su hijo se comió un jabón —dijo Logan de pronto. Todas las miradas lo siguieron y él se encogió de hombros antes la mirada confusa de su mamá.
— ¿Y eso qué tiene que ver? —preguntó Katherine.
— Lo mismo me pregunto —indicó él, asintiendo con fingida desorientación. Katherine parpadeó aún en medio de una nube de confusión, girándose para mirarnos detenidamente. Había veces, en que las similitudes de ella con sus hijos eran más notorias: el color de sus ojos, y la forma de sus labios y mejillas.
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Sin Reservas (SA #2) |Finalizada|
Chick-LitPiper y Aiden están metiéndose en un mundo inexplorado. Logan y Loreley desistieron de ser adultos normales. Luana solo quiere hacerse valer. Y Douglas está obsesionado con lo que no puede tener. Ellos aún intentan sobrevivir en un mundo co...