Capítulo 27. La calma

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|LUANA|

Que precede al huracán. Lo sentía a flor de piel, la sensación de que la tranquilidad se rompería estruendosamente. El tiempo se agotaba y contemplaba como las cosas se iban uniendo para llegar a su catastrófico final.

— Esto así no puede ser —el grito de Douglas se alzó en lo alto. Cerré los ojos, teniendo noción de que el momento había llegado.

El golpeteo del bolígrafo contra las hojas se detuvo y lo miré con una mueca de desagrado. Su rostro estaba enrojecido por el enojo. Sus ojos sobresalían como si fuesen de oro radioactivo. Las venas se le notaban en su cuello, y temía que explotaran.

Si había una forma de describir a Douglas, era calma y devastación. Y en ese momento, su lado más temperamental estaba sobresaliendo.

— Pienso lo mismo, pero ¿qué podemos hacer? —pregunté intentando encontrar una sabia respuesta. Él comenzó a recorrer la cocina en círculos, como una bestia enjaulada.

Negaba y resoplaba, despeinándose como si eso fuese el modo de encontrar alguna solución. Se veía enojado pero más que nada indignado. Como si la confianza se hubiese roto y no hubiese vuelta atrás. Podía entender fácilmente ese sentimiento.

— Douglas —le dije, tomando su mano para no verlo dar más vueltas. Lo atraje hacia mí y lo obligué a mirarme—. Puede que parezca que todo termino pero no es así, no nos demos por vencidos con esto —murmuré suavemente, volviendo a dejar cada mechón de su pelo en el lugar donde estaba antes para que dejara de verse como un lunático.

Douglas apoyó su frente sobre mi hombro, respirando hondo.

— Ahora más que nunca seguiré con esto. No me importa no tener el apoyo de nadie, te tengo a ti y me tengo a mi mismo —comentó, sonando mucho más calmo que solo segundos antes. El enojo de saber que nadie de sus antiguos socios estaría de su lado aún perduraba, pero estaba convirtiendo esas emociones en algo más fuerte—. Hice la mayor parte de mi camino solo, así que no será nada nuevo —agregó, levantándose para mirarme y sonreírme.

— Todo saldrá bien, ya está todo prácticamente hecho —insistí, recordando que estábamos solo a días de la inauguración de nuestro negocio juntos.

— Tienes razón. Le enseñaré a ese par de idiotas lo bien que hago las cosas sin ellos. Ojala se vayan al infierno —susurró por lo bajo, sombríamente. Sonreí divertida antes de que él me besara frenéticamente, haciendo que mi cuerpo reaccionara rápidamente a su cercanía. Era increíble lo bien que me sentía junto a él y lo fácil que me resultaba estar con la guardia baja—. Douglas —lo llamé, con la mente un poco más clara. Él se alejó lentamente, mirándome inquisitivamente—. Recuerda que no estamos solos —agregué, mirando hacia un lado, donde Chuck nos observaba con una sardónica sonrisa. Sentado con su aire de elegancia y sarcasmo, nos guiñó un ojo y moviendo su mano para saludarnos.

— Esto es más interesante que ver porno —reconoció.

Enrojeciendo violentamente, me oculté tras mis manos. Y Douglas se irguió para ir directamente hacia él. Estaba segura que lo acogotaría o tiraría por el balcón, pero Chuck se levantó rápidamente corriendo alrededor de la mesa. La escena se convirtió en parte de un dibujo animado, un gato persiguiendo a un ratón para matarlo pero siendo ridiculizado en el camino.

En algunos aspectos, eran muy diferentes a mi hermana y a mí. Y podría haberlos detenido pero estaba segura que ni siquiera me prestarían atención, así que continué cocinando mis muffins.

Y cómo si acaso hubiese visto el futuro, mi táctica funcionó mejor de lo que creí. Si algo aprendí con los años era que la comida podía crear discordias como también reconciliaciones. Todo estaba casi hecho cuando los niños de la casa dejaron de pelearse, para comenzar a comportarse con una edad mental similar a la real.

Sin Reservas (SA #2) |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora