Capítulo 25. Siento

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|PIPER|

Que hace aproximadamente tres años que estoy embarazada, es como si no tuviese final. Quiero que esto termine, tener a mi hija y poder ser feliz. ¿Es demasiado lo que pido?

— Si, pides demasiado. Además no te creas que va a ser sencillo una vez lo tengas. Van a venir los llantos donde no sabes a qué se deben, las noches sin dormir, los familiares y amigos que vienen a visitarte, los regalos para ella y no para ti. Despídete del sexo, de la tranquilidad y la soledad —respondió Nora.

Dejé de mirar los afiches pegados en su consultorio y la miré boquiabierta, sintiendo cada frase como una cachetada emocional.

— Lo dices como si fuese lo peor del mundo, sin embargo, tienes dos hijos —insistí.

— Si no puedes contra tu enemigo, únetele —comentó. Estaba completamente anonadada. Ese ser humano carecía de amor, y yo no comprendía como podía ser ginecóloga y obstetra. ¿Había elegido bien la especialidad? ¿O acaso era un requisito tener cierto tipo de personalidad?

— Eres increíble —murmuré sarcásticamente, y ella me agradeció, sin ningún tipo de escrúpulos.

Suspirando, observé mi teléfono. Encontré numerosos mensajes que me confundieron y lo primero que hice fue irme de allí, directamente hacia el sector de cirugía. Atravesé los pasillos a pasos rápidos, y lo primero que distinguí fue a Loreley junto a su mamá, Luana y Douglas.

— ¿Qué le sucedió? —pregunté, acercándome. Mara secaba sus lágrimas sin dejar de abrazar a Luana.

— Están operando a Javier —me dijo ella con voz temblorosa, y busqué en Lo un poco más de explicación.

— Abdomen agudo, probable apendicitis —me explicó. Todo el temor que tenía disminuyó y le sonreí a Mara para darle ánimo.

— Todo va a estar bien, no te preocupes —le dije, y ella hizo otra exclamación para volver a llorar.

Luana y Loreley se miraron, poniendo los ojos en blanco y resoplando por lo bajo.

— Mamá es muy exagerada. Una vez me rompí una muela y comenzó a hacer una escena gritando que me había quedado sin dientes. Cuando me operaron de amígdalas le gritaba a los doctores que no me mataran —me explicó Luana, con tono comprensivo. Ella suspiró y meneó la cabeza—. Cuando me llamó creí que había pasado algo peor.

— ¿Y qué hay peor que esto? Por dios, mi bebé. Espero que salga bien, porque sino mato al cirujano —grito. Emití un sonido de dolor y volví a buscar en Loreley otro dato más.

— Aiden lo opera —me dijo. Maldición.

— Por favor, no me dejes viuda —exclamé horrorizada. Douglas, que estaba apoyado sobre la pared, sonreía divertido. Se acercó a mí, sacudiéndome el pelo como si fuese un perro, intentando darme un poco de tranquilidad.

— Moore, no será la primera vez que alguien intenta matarlo. Yo he intentado numerosas veces y no ha funcionado. Hierba mala nunca muere —dijo. Si esa era su forma de tranquilizarme, dejaba mucho que desear.

— Siempre creí que eres perfecto mientras mantienes tu boca cerrada —opiné, e inmediatamente me disculpé con Luana. Su gusto para elegir novios era cuestionable, pero, ¿quién era yo para quejarme?

— ¿Cómo va todo? —apareció de repente Crystal Argent, quién fue la que recibió a Javier en la guardia; con su actitud de profesionalismo y austeridad. Mara comenzó a llorar, balbuceando sin palabras, produciendo la confusión en ella.

— Aún no ha salido —dijo Loreley para darle algún tipo de traducción a lo que decía su madre. Argent asintió, y permaneció pensativa con sus ojos puestos en mí. Nos observamos, silenciosamente. En mi mente comenzaba a generarse todo tipo de dudas, hasta que se acercó a mí—. Tenemos un problema —dijo sin ningún tipo de rodeo.

Sin Reservas (SA #2) |Finalizada|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora