My Demons|| Dean Ambrose (Retaliation#2)

Capítulo 1- Atacar el dolor con más dolor

Baltimore, Mayo 2015- Payback.

—¡Dean, detente!

Pero no importó cuánto gritaran detrás de mí, golpeé toda cosa que se interponía en mi camino por los corredores del coliseo.

—¡Dean! ¡Ya basta!—insistió nuevamente el samoano, pero solo respondí tirando una caja que había encima de los baúles de utilería a mi camino.

—¡Ambrose! ¡Ya fue suficiente, en serio!—exclamó ahora la víbora.

—¡Cierren la maldita boca!

Mi respuesta fue brusca, al igual que la patada que le di a unas tablas y cosas que estaban en el suelo del pasillo.

En ese instante, unos pasos acelerados y estridentes resonaron a mis espaldas, acercándose cada vez más a mí hasta que unas manos jalaron con fuerza de mi brazo.

—¡Maldita sea, Ambrose! ¡Te están diciendo que pares!—chilló aquella pelinegra.— ¡No es nuestra culpa lo que pasó!

No dudé en apartar mi brazo sin suavidad alguna, a lo que la Diva frunció el ceño aún más.

—¡No te metas en esto, Paige!—Grité hacia ella— ¡Nadie pidió tu opinión!

Ella parecía estarse saliendo de sus casillas, aunque no podía pensar mucho en ello con el constante latir de mi corazón estremeciendo en mis oídos gracias a la ira.

Randy no tardó en adelantarse a mis pasos amenazadores hacia su novia, observándome con veneno en su mirada a pesar de estar tan cansado como yo.

—Tienes que calmarte, Dean.—murmuró, manteniendo a la molesta negriazul a sus espaldas a pesar de que no abandonara mi asesina mirada de ella.—Todo estaba planeado...

—¿¡Y crees que me importa!?—grité con fuerza frente a su rostro, quitándome bruscamente de encima una de las manos de mi mejor amigo cuando este intentó que retrocediera.— ¡Si el maldito de Kane y esos enanos no hubiesen estado ahí, yo sería campeón ahora mismo!

Una risa irónica se escuchó levemente, causando que mi interior ardiera al instante.

—¿No te recuerda a alguien?

Mierda. 

La burla que salió de los labios de Paige me hizo volver mis ojos a los suyos, encontrando sarcasmo y una mueca de molestia en su rostro.

—¿Qué mierda fue lo que dijiste?—casi escupí cada palabra.

—Es lo justo, ¿no crees?—respondió desafiante.— Si tú no hubieses estado ahí, ella seguiría siendo campeona...

—Saraya, eso no tiene asunto ahora...

Randy intentó detenerla, pero ella lo hizo a un lado con un manotazo en su pecho, evitando que la tocara nuevamente. Sus ojos estaban en mi rostro, llenos de rencor, ira y veneno, brillando aguados al mismo tiempo en que querían destruirme.

—¡Mi amiga seguiría aquí, Ambrose! ¡No en casa con el maldito corazón hecho pedazos y su rodilla herida! ¡Pain estaría aquí si no fuera por tu maldita culpa!

No pude contenerme antes de que mi cuerpo se abalanzara hacia ella, alertando tanto a Roman como a Orton. Pero a diferencia de ambos, Paige parecía inmune a cualquier faceta de mi ira contenida, permaneciendo firme sobre sus botas con una mueca llena de furia que le enfriaría la sangre a cualquiera.

El samoano había agarrado mi brazo en caso de querer hacer algo contra la fémina, la cual al mismo tiempo era firmemente sostenida de la cintura por el hombre de cabeza rapada que me observaba con el ceño fruncido.