Capítulo 1

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-¡Grace! -grité desde la planta de abajo lo más fuerte que pude-. ¡Grace! ¡Termina de vestirte que llegamos tarde!

Mi hermana pequeña, la chica más lenta que conozco. Tiene solo diez años, por eso no la dejo sola en casa, o si no la ataría a su cama y se quedaría ahí toda la mañana del sábado hasta que llegara de trabajar. Mi madre está todo el día en su tienda de ropa, intentando conseguir dinero para pagar los gastos de la casa tan pequeña que tenemos. Solo está aquí por la noche, pero nunca la vemos llegar o irse, así que es como si Grace y yo viviéramos solas. Ni siquiera recuerdo cómo era la risa de mi madre, ya que cuando iba a su tienda siempre estaba atareada y ya a penas sonreía.

Escuché unos zapatos bajando las escaleras, y vi a mi hermana en ellas, bajándolas agarrándose a la barandilla. Tiene el pelo castaño como el chocolate, los ojos del color de la miel, como si le hubieran echado una gota de ese alimento en cada uno. Su nariz es larga y fina, al igual que la mía. Casi siempre va vestida con vaqueros y camisetas largas, y como tenemos prácticamente la misma talla, a veces me roba la ropa. Ella para su edad es alta y curvilínea. Yo antes también lo era, pero al cumplir los doce años dejé de crecer y me quedé muy menuda. Supongo que a Grace le pasará lo mismo que a mí, ya que solo le llevo cinco centímetros.

-Vámonos, anda -le ordené a la vez que cogía mi bolso y le tendía mi mano para que la agarrase.

-Ya no soy tan pequeña como para que me des la mano -respondió. Vaya, esta niña ha madurado demasiado rápido. Desgraciadamente le ha pasado igual que me ocurrió a mí, tuvimos una infancia muy corta.

Metí esa mano en el bolsillo de mi chaquetón de color y aspecto militar. Abrí la puerta con la otra mano que me quedaba libre y salimos de mi casa lo más rápido posible. La lavandería en la que trabajo no está muy lejos, se podría decir que a dos calles, pero en cinco minutos tenía que estar allí. A pesar de las altas sneakers que llevaba puestas, conseguí ir más deprisa que Grace. Ella, refunfuñando, iba detrás de mí, creo que escuchando música con los auriculares que llevaba puestos.

-Grace -susurré dulcemente, creyendo que iba a escucharme-. ¡Grace! -grité a pesar de todo el gentío que había en la calle y que podrían mirarme como si estuviera loca. Finalmente mi hermana me miró-. Rápido, que llegamos tarde y me pueden echar.

La agarré del brazo por muy poco que le gustase y aligeramos el paso. En la calle hacía frío, tanto que creo que podría nevar, ya que el cielo estaba repleto de algodones de azucar grises. Era un típico día de invierno en Londres. Menos mal que no tendría que ir a la lavandería en tres semanas por las vacaciones de navidad.

Esquivaba a todo el que se cruzaba por mi camino. Me quedaban dos minutos para llegar y tenía la lavandería ya muy cerca.

-Odio ir allí -conseguí escuchar lo que dijo mi hermana por mucho ruido que hubiera-. Huele mal y está lleno de señoras mayores.

-Las mujeres de treinta años no son mayores -respondí.

-Lo que digas -su voz sonaba asqueada.

Le agarré el brazo con más fuerza para que no tuviera oportunidad de escaparse a casa.

Cruzamos la calle y ahí estaba la lavandería. Era bastante grande y tenía muchísimas lavadoras por todos los clientes que había. Vivíamos en un barrio no muy grande, en el que residían muchas personas, por eso el negocio iba bien.

Acababan de abrir, por lo que llegué pronto. Grace y yo entramos en la sala de empleados. Abrí mi taquilla con la llave que tenía en el bolsillo y metí en ella mi bolso con todas mis pertenencias. Saqué el delantal blanco que tenía que ponerme y con ayuda de mi hermana me lo anudé en la espalda con un lazo. Lo cerré con la llave y la metí en el bolsillo del delantal. Cogí una palangana que había en el suelo -más bien la única que había- y salí de la sala de empleados.

-Siéntate ahí, como siempre -le dije a Grace, señalándole una butaca que había en uno de los rincones de la sala principal de la lavandería.

Cogí el coletero que tenía en la muñeca y me puse un moño antes de abrir oficialmente la tienda. Al mostrador estaba sentada mi mejor amiga Christina. Lo es desde que entramos en el instituto. Tiene el pelo pelirrojo como el fuego y los ojos verdes como la hierba. Gracias a ella trabajo aquí, ya que la lavandería es de su madre. Gano al día poco dinero, pero sirve para comprar la comida.

-Hola, Chris -le dije mientras abría la puerta para el público.

-Hola, Paula.

Me senté en el suelo, dejando la espalda apoyada en la pared de azulejos blancos como las nubes. Teníamos que esperar que llegara algún cliente y necesitara nuestra ayuda, o si no, nos llevávamos toda la mañana sin hacer nada. Miré a Grace: estaba sentada con el móvil y los auriculares. Luego a Christina, que se quedó dormida. Resoplé y dejé la cabeza apoyada en el hombro. Cuando estaba casi dormida, con los ojos caídos y las pestañas rozando mi piel suave, sonó el ruido que indicaba que alguien había entrado y me levanté lo más deprisa que pude, torpemente, casi cayéndome.

Miré a la puerta de entrada, y vi a un chico de pelo rubio que alumbraba cada sitio por el que pasaba. Sus ojos eran de color azul como el mar, y rodeando la pupila tenía una estrella verde como las algas. Tenía que asumirlo: sus ojos eran un océano en el que te bañabas al mirarle. Tenía las mejillas rosadas, llenas de lunares y pecas. Era muy guapo y atractivo. Iba vestido con una camiseta blanca de mangas verdes, vaqueros pitillos con una rotura en la rodilla derecha, y unas vans negras. A parte de guapo, tenía mucho estilo. Me quedé paralizada mirándole, delante de él. Necesitaba saber su nombre. Miré sus manos, no llevaba bolsas con ropa, o ropa suelta.

-Hola -dije con una sonrisa y poniéndome bien el delantal-. ¿Puedo ayudarte en algo?

-Creo que sí -contestó.

Me agarró las caderas con sus manos, y luego apretó mis muslos. Me impulsó contra la pared, y puso sus manos en esta, rodeándome para que no pudiera salir. Miré a Grace. Afortunadamente seguía con los auriculares puestos. El chico se aproximó a mi cuello. Sentí su respiración en él. Puse mis manos en su pecho, que subía y bajaba al ritmo que tomaba y expulsaba aire. Me besó el cuello, con unos labios no muy gruesos. Le empujé por el estómago con mis pequeñas y débiles manos, pero no conseguí nada, solo que él quisiera más. Me aproximo más a la pared, y pegó su cuerpo más al mío. Empezó a subir por mi cuello hasta llegar a mi mejilla, y conduciéndose por ella, llegó a mis labios. Le pisé el pie y dejó de jugar con sus labios en mi cuerpo.

-¿¡Qué haces, imbécil!? -grité tan fuerte que Christina se despertó y Grace se quitó los auriculares.

El rubio fulminó a las dos con la mirada y luego se dirigió a mí. Haciendo como que no había nadie más, solo nosotros, se acercó a mis labios y los besó. Intentó jugar con mi lengua, pero no le dejé. Giré mi cabeza hacia otro sitio para que no encontrara mis labios y me dio un beso en la mejilla. Luego metió sus manos por dentro de mi camiseta, y sentí su calor en mi espalda; después las condució a mi trasero, pero le agarré de los hombros lo antes posible para separarle de mí lo máximo que mi fuerza permitía.

-¡Eh! -dijo la voz chillona de Grace. Se acercó a donde estábamos-. ¡Deja en paz a mi hermana, gilipollas! -acto seguido, le dio un puñetazo en el costado y gruñó de dolor.

¿Pero de dónde había aprendido esta niña a decir eso?

Grace se puso delante de mí, cubriéndome para que el rubio no me hiciera nada. Como somos casi de la misma altura, a penas se me veía. Miré por encima de su hombro al chico, que se mordía el labio inferior y se masajeaba el costado para disminuir el dolor. Mi hermana se dio la vuelta y me abrazó, y yo rodeé mis brazos por su cintura. Tan pequeña y tan matona. No me extraña que la hayan expulsado de su colegio una vez y todo sus compañeros le tengan miedo.

-Shh, rubia -dijo el chico. Me aparté de Grace para saber lo que quería-. Sé dónde vives -se me formó un nudo en el estómago y tragué saliva-. Hasta otro día.

Me volvió a mirar y se dirigió con paso rápido a la puerta de la lavandería. La abrió y se fue, dejando un agradable olor a perfume de hombre en la tienda. Me toqué la mejilla, aún sentía el calor de sus labios presionados ahí. Era como si le conociera de algo, como si en el pasado él y yo nos hubiéramos visto. No, imposible. Yo solo he tenido siempre una amiga que es Christina, que sufrió el acoso escolar junto a mí.

Fui al cuarto de empleados, con la respiración agitada al recordar todo lo ocurrido. Saqué la llave de mi taquilla del bolsillo del delantal que llevaba puesto y la abrí. Me desanudé la prenda tanto del cuello como de la espalda y la metí en el pequeño armario típico de una empleada de alguna tienda. Cogí mi bolso, que estaba al fondo de la taquilla, y la cerré.

Salí de la habitación de empleados, y al volver a la sala principal vi que ya habían entrado algunos clientes. Christina los atendía y parece que Grace la estaba ayudando. Lo que iba a hacer era muy egoísta por mi parte, pero me había asustado y el sitio más seguro ahora mismo era mi casa, aunque el rubio haya dicho que sabe dónde vivo, pero mientras no le abra, no puede hacerme nada.

-Christina -susurré cerca de ella para que nadie más pudiera escucharnos. Se dio la vuelta para mirarme-. Voy a irme, necesito descansar... No hace falta que tu madre me pague el día de hoy -agarré el brazo de Grace para que se viniera conmigo-. Y lo siento.

-No importa -dijo con una sonrisa, la sonrisa que la describía-, yo hubiera hecho lo mismo.

Nos dimos un abrazo y mi hermana y yo nos fuimos de la lavandería.

Ya era medio día, por lo que en la calle había más personas y con más prisa aún que cuando era más temprano. Esta vez Grace si iba agarrada a mí, pensando que en cualquier momento podría perderse, ya que ella aún no se ha aprendido el corto camino a casa que hay desde la tienda. Me apretaba el brazo con fuerza, tanto que podría estar dejándome un moretón. Caminamos rápido para llegar lo antes posible a casa, hasta que Grace se paró e hizo que yo me detuviera.

-Quiero ver a mamá -dijo. No me esperaba que fuera a comentar ahora que quisiera ver a mamá.

-Sabes que los sábados mamá por la tarde está en casa -mentí. Siempre le decía que estaba en su habitación descansando, cuando no era verdad.

Mi madre los sábados por la tarde no trabajaba, pero no sabía dónde se metía, por eso decía siempre que estaba durmiendo en su dormitorio. Y Grace cuál ingenua, se lo creía.

Por culpa del viento, los mechones de mi pelo rubio ondulado se me ponían en la cara y a penas me dejaban ver. Odiaba ser rubia con ojos celestes, porque mi padre era así, y me parecía mucho a él. Mi hermana no, ella era más como mi madre. Ojalá pudiera cambiarme los genes para tener otro padre. O ir al pasado, buscarle a mi madre otro novio y no haber nacido yo nunca, que seguro que así todo iría mejor. Me quité los mechones de la cara y seguí caminando.

Mientras caminaba, iba pensando en uno de los peores días de mi infancia.

"Yo tenía siete años. Era uno de los primeros días de las vacaciones de verano y mis padres y yo teníamos pensado ir al campo para pasar el día allí. Éramos una familia feliz, o al menos lo aparentábamos. Mi madre iba con muchas pulseras en la muñeca derecha. Me extrañó, ya que ella no suele adornar nunca sus brazos. Le pregunté que por qué las llevaba, y ella me dijo que porque le apetecía renovar un poco. Como era pequeña, me lo creí. Llegamos al campo, pusimos una manta en el suelo y nos sentamos. Mi padre preparaba la comida mientras mi madre jugaba conmigo. Y en uno de esos juegos, agarré las pulseras de mi madre sin darme cuenta y se las quité. Tenía las muñecas llenas de heridas, y una de ellas era muy profunda y reciente. Abracé a mi madre y empecé a llorar junto a ella".

Unas lágrimas se apoderaron de mis ojos al terminar al recuerdo. No, no podía seguir recordando aquel día. Siempre se me venía a la mente y hasta que no acabara no se iba. Pestañeé deprisa para quitar el líquido de mis ojos.

Agarré el brazo de Grace con fuerza y jalé de ella hacia mi cuerpo, para no perderla de vista. Prácticamente ya he perdido a mi madre, no quiero perderla a ella también, es la única familia que me queda, en cierta parte. Nuestra casa estaba cerca, se podía ver desde lejos que nos acogía con los brazos abiertos.

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Hola amores <3 Esta es la primera fan fic que escribo, así que se diría que es especial para mí (?). Esto es solo cómo es la vida de Paula (yeah, es mi nombre, así me es más cómodo escribir) y un adelanto de cómo será Niall en esta fan fic jejeje. Quiero darle a él otra imagen de la que se le da en las demás novelas, pero que en el fondo, siga siendo dulce, pero no lo demuestre. Y bueno, no me voy a enrollar mucho. Cuando este capítulo llegue a los 10 vistos y a los 5 votos, subiré el segundo. Si os ha gustado comentad, y si queréis que os avise cuando suba el siguiente, decídmelo en mi twitter @summerbiebslove. Besos <3

Fight (terminada)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora