2. Entrenamiento

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 Volvieron a meterme en la jaula tan pronto como volví a mi estado natural. Todavía no podía asimilar qué me había pasado, aunque aquello sólo acababa de comenzar. Aquel día no hubo más experimentos, ni gritos, ni muertes. Era como si estuviesen satisfechos con lo que había pasado, aunque parecía que no había salido como ellos lo habían planeado pues había tardado demasiado en transformarme y había sido torpe, además había dañado a aquel animal sin ser mi intención. ¿Qué estaba ocurriendo? Aquella noche, cuando los vigilantes se fueron y las cámaras fueron activadas, vi al leopardo de las nieves. Permaneció ante mi jaula, ya no estaba dañado y parecía sonreír con la mirada. Me hizo un gesto para que lo siguiese, pero yo estaba atrapada en aquella jaula. Se dio la vuelta y susurró algo en mi cabeza, de algún modo estábamos conectados, pero era extraño. Tan extraño que aquello erizó mi piel y para cuando volví a parpadear ya no había nadie allí.
 Suspiré y pensé que aquello tan sólo habían sido imaginaciones mías, así que simplemente me mentalicé que ya nada sería como lo conocía a partir de aquel momento.

··· ···

-¿Lo has entendido?-preguntó Montez.
-Sí...
-Llevamos días entrenando tu metamorfosis y no veo resultados positivos, tendremos que aumentarse las dosis y hacerte unas pruebas para ver qué falla.
-Está bien...-susurré mirando mis manos desde la camilla de metal.
-La señorita Alia te hará un análisis en breves, mientras tanto quédate aquí, tengo que ir a controlar otro experimento.
-¿Hay más como yo?
-No es asunto tuyo-dijo cambiando su tono de voz.
 Montez salió de la habitación y me quedé mirando mis manos, una de ellas seguía atada a la camilla, pero a pesar de eso tenía libertad para moverme. Observé una bandeja encima de la mesa. Era brillante y plateada, me acerqué con el fin de ver mi rostro, hacía siglos que no me veía y por lo tanto había olvidado cómo era mi aspecto por completo. Estiré mi mano y alcancé la bandeja, me veía algo distorsionada pero al menos me hacía una idea. Observé que mis ojos no habían cambiado en absoluto, mi ojo izquierdo era azul y mi ojo derecho marrón, cómo odiaba la heterocromía. De pequeña solían burlarse conmigo por aquello, pero ahora aquello no importaba, no allí al menos. Mi pelo negro había crecido demasiado y juraría que ahora tenía muchísimas más pecas que antes, sonreí al ver que en verdad nada de mí había cambiado en absoluto y deseé que ojalá mi vida no hubiese cambiado tampoco.
 Alguien aclaró su garganta a mis espaldas y dejé caer la bandeja de forma involuntaria.
-Recoge eso y siéntate-dijo Alia severa.
 Me senté en la camilla y estiré mi brazo para la analítica. Alia ató mi brazo y comenzó a buscar mis venas. Desvié la mirada para no tener que ver la sangre, pero en menos de diez segundos Alia había terminado. Vi la sangre de color oscuro, antes no era así, pero debía ser por la medicación y la metamorfosis. Me sorprendí al verla y Alia se quedó impactada también, pero sonrió al verla.
-Espera aquí-me ordenó mientras salía con la sangre en un botecito.
 Aquello me daba mala espina, me tumbé sobre la camilla mientras mi cabeza daba vueltas. Observé la morfina azul sobre la mesa y recordé lo mal que lo había pasado cuando me había enganchado a ella, así fue cómo había aprendido a aceptar las órdenes de aquel lugar. Un escalofrío recorrió mi cuerpo y las imágenes de mis primeros días allí pasaron ante mis ojos como los fotogramas de una película, sin embargo Montez entró en la sala e interrumpió mi ensueño.
-Alia me ha dicho que tu sangre también ha mutado, así que deberías estar lista en dos días, tómate esto,-dijo dándome dos pastillas diferentes-acelerarán la mutación.
 Obedecí a pesar de que tenía mil preguntas en mi cabeza. Montez sonrió satisfecho y me volvió a atar a la camilla con fuerza, esta vez ató también mis pies. Un hombre que no conocía entró con una caja en la que había pequeños botes con diferentes sustancias. Montez miró algo en uno de sus dispositivos y se colocó los guantes de látex.
-¿Todo listo?-preguntó el hombre que acababa de entrar.
-Sí-afirmó Montez mientras me anestesiaban.

··· ···

¿Otra vez así?
Me pregunté mientras comprobaba que volvía a ser un leopardo de las nieves. Últimamente no había parado de desmayarme por culpa de las medicinas, ni siquiera sabía qué me había hecho. Ni dónde estaba ahora, aturdida, miré a mi alrededor. Había muchas más jaulas con animales y humanos durmiendo. Me transformé en humana sin querer y me vi desnuda de nuevo, intenté transformarme pero fue inútil, así que me hice un ovillo e intenté cubrirme con los harapos de la ropa que había llevado antes.
-Nunca había visto a nadie que se transformarse durmiendo-dijo una voz en la oscuridad.
-No empecemos a charlar, a saber qué hora es...-dijo otra voz.
-Silencio-susurró una voz de mujer.
-Pero, ¡ha empezado él!-dijo la segunda voz.
 Un chico me miraba desde la jaula de enfrente, supuse que sería él quién había hablado primero. Me cubrí con la ropa y desvié mi mirada.
-Un leopardo de las nieves...-susurró-¿Cuál es tu nombre?
-Número 11...-susurré.
-Eso no es un nombre, supongo que tendrías uno cuando llegaste aquí. ¿Eres nueva?
-No recuerdo mi nombre, llegué aquí con cuatro años. Me tenían en otro lugar.
-Soy el número 143.
-¿Tampoco tienes nombre?
-¡Hay gente que intenta dormir!-dijo una voz chillona.
-¡Ven y dímelo a la cara!-dijo el chico que me había hablado.
 Un pequeño lagarto apareció por el suelo corriendo rápidamente y se coló en su jaula, parecía enfadado se posó sobre la pierna del chico.
-No me hagas enfadar-dijo el lagarto alzando sus diminutas patas delanteras.
-La iguana ya se ha enfadado...-dijo burlándose el chico del número 143.
-¡Te he dicho mil veces que no soy una iguana!
-89, vuelve a tu jaula antes de que te pillen-dijo la voz de una mujer.
 El lagarto volvió a su jaula camuflándose en la oscuridad y añadió mientras se transformaba en humano:
-Soy un lagarto volador de Australia.
 Vi cómo el 143 sonreía y yo también lo hice. Era la primera vez en años que me juntaban con otras personas y animales. Aunque no se estaba tan mal. Todos se fueron quedando en silencio hasta que no se oyó nada, pero vi los ojos de aquel chico brillando y clavados en mis propios ojos. Por primera vez en noches pude dormir algo más tranquila.

··· ···

-Sujetos 11, 25, 90, 130-dijo una voz mientras las luces se encendían bruscamente. 
 Unos hombres abrieron mi jaula y salí de ella mirando al número 143. Vi cómo se agarraba a los barrotes y me miraba con pena, anduve con torpeza echando la vista atrás pero los hombres me llevaban a rastras por las esposas y pronto la puerta se cerró detrás de mí.
 Éramos dos mujeres y dos hombres. Ninguno habló ni dijo nada mientras nos llevaban por un largo pasillo, parecía que ellos sabían a dónde íbamos, sin embargo yo no tenía ni idea y estaba bastante asustada. 
 Llegamos hasta una puerta de metal que se tenía reconocimiento de voz. El guardia dijo unas palabras y la pesada puerta se abrió segundos después de que se produjese un gran ruido. Ante nosotros apareció una especie de circuito cerrado con varios obstáculos. En la entrada nos dieron otro tipo de ropa y nos llevaron a una sala donde podíamos cambiarnos.
 Parecía que a los otros les daba igual cambiarse delante de los otros, pero yo no estaba acostumbrada y me cambié rápidamente para que nadie me viese. Salí afuera donde nos esperaba un instructor con una mirada severa, el científico Montez también estaba allí.
 Me acerqué a ellos sin decir nada y en cuanto los cuatro estuvimos listos Montez comenzó a hablar.
-Daréis dos vueltas al circuito. La primera como humanos y la segunda como animales, no quiero pegas y no quiero errores. Quien no lo complete deberá volver a intentarlo hasta que le salga, al primer error se empieza desde la salida de nuevo y así sucesivamente. ¿Ha quedado claro?
 Todos asintieron menos yo, ¿cómo iba a hacerlo? No era fuerte ni rápida, realmente estaba bastante débil y no me vi capaz de poder hacer aquello. Quise decirle algo a Montez, pero el instructor dio la señal para empezar y me vi empezando el circuito casi sin fuerzas y corriendo con torpeza.

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