3. Un día más

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-¡Es la cuarta vez que te caes!-gritó el instructor al verme tumbada en el suelo.
-No...-dije respirando agitada-No tengo fuerzas ya...
 Mis muñecas comenzaban a fallarme y me vi enfrente de un muro que no había podido escalar.
-Ni siquiera has podido dar la primera vuelta-gritó hecho una fiera.
-Ya le he dicho que no puedo...
 Ni siquiera podía mirar a aquel hombre a la cara.
-Otra vez, número 11-dijo la voz de Montez a nuestras espaldas.
-Pero ni siquiera tengo fuerzas para levantarme...
Montez se acercó a mí y puso en mi mano una pastilla, me hizo un gesto y me la tragué sin decir nada.
-Es todo por hoy, entonces-dijo Montez.
-¿Vas a dejar que se salte el entrenamiento?-preguntó a voces el otro instructor.
Montez se giró rápidamente y agarró su cuello clavando su fiera mirada en los ojos oscuros del instructor que ahora mostraban miedo.
-No me grites, recuerda quién manda aquí-dijo mientras apretaba su cuello.
El instructor a pesar de ser más corpulento que Montez tragó saliva y no dijo nada enmudecido por el miedo. Poco a poco, Montez empezó a soltarle y me hizo un gesto para que me fuese con él.
Me levanté a pesar de que mis piernas temblaban y vi cómo los otros chicos seguían haciendo el recorrido ya en su forma animal. Me quedé atónita mirando
a los otros chicos y seguí a Montez hasta el exterior de la sala. Fuera estaba Alia, me ató las manos y me ordenó que la siguiese, como si no tuviese otra opción, pensé.
Alia me llevó hasta las duchas y allí me soltó mientras me vigilaba. Cuando el agua fría se abrió sentí alivio, realmente estaba cansada y necesitaba aquello, pero Alia me gritó que me diese prisa mientras me dejaba ropa limpia en un pequeño banco.
Terminé de lavar mi pelo y me sequé con una de esas toallas que parecían papel de lija. Cada vez que la pasaba por mi cuerpo sentía cómo me dañaba la piel, así que me sequé rápido y me vestí con mayor rapidez. Alia me miró desesperada, se notaba que no quería estar allí y que odiaba hacer de canguro de todos los sujetos.
Volví a la jaula en donde había estado la noche anterior. Un guardia le dijo algo a Alia en otro idioma y me miró con una sonrisa perturbadora. Alia le dijo algo enfadada y me llevó hasta mi jaula. El chico del número 143 sonrió y esperó a que Alia se fuera para hablarme. El guardia también se ocultó tras la puerta que permanecía entreabierta.
-¿Qué tal te ha ido?-preguntó en susurros.
-Mal...
-Me lo suponía, el primer día siempre es así.
-¿Tú tampoco pudiste terminar el circuito?
-Sí que pude.
-Entonces a ti no te fue tan mal, ¿no?
-No, pero a la iguana sí-dijo burlándose.
El lagarto que lo había escuchado todo volvió a salir de su jaula y enfadado empezó a insultar al chico, pero esto sólo le hacía más gracia.
El lagarto volvió a su jaula y se transformó en humano. Era pelirrojo y tenía los ojos marrones. Su pelo revuelto caía sobre su frente y tenía el rostro algo serio, se me quedó mirando unos instantes al darse cuenta que yo le miraba con curiosidad y aclaró su voz.
-Me llamo Logan,-dijo el chico, ahora tenía una voz mucho más grave-¿y tú, chica nueva?
-Creo recordar que antes me llamaban Kara-dije finalmente ahondando en mis recuerdos confusos.
-Kara-repitió el chico número 143.
-¿Y tú?-le dije mientras una sonrisa se dibujaba en su cara.
-Él es un delincuente-dijo Logan burlándose.
-Hasta ellos tienen nombre-dije sin apartar la vista del chico.
-Mi nombre es Donovan-dijo finalmente.
-Oye, hay algo que no entiendo,-dije mirando a Logan-si puedes salir de tu jaula... ¿Por qué no escapas?
-No me iría sin el delincuente ese-dijo Logan casi sonriendo.
-Además, esto no tiene salida-dijo una voz en otra jaula.
Miré a la chica que había hablado, era de piel morena y su pelo largo y rizo le llegaba hasta debajo del pecho, su pelo cubría sus brazos llenos de arañazos y cicatrices y con la mirada vidriosa y perdida miró a Logan que desvió su mirada hacia mí. Se hizo un gran silencio, lo único que se oían eran gritos a lo lejos y el viento colándose por los conductos de ventilación.
Pasaron horas y nadie dijo nada, Donovan me miraba pero no supe apreciar si lo hacía con lástima. Me giré y puse mi cabeza sobre mis manos para intentar dormir aunque realmente no tuviese sueño cuando de pronto se oyeron voces tras la puerta, Donovan pareció reconocerlas y me hizo un gesto para que estuviese en silencio.
Un hombre entró en la sala golpeando la puerta de metal con una correa en la mano, miró en todas direcciones pero clavó su mirada en la chica que antes había hablado.
-La número 9, vamos-ordenó el hombre de bata blanca.
Dos guardias la sacaron de la jaula mientras ella intentaba resistirse y gritaba. Sentí miedo al ver la mirada llena de furia y de terror de aquella chica mientras intentaban llevársela. El científico sacó una pistola de la bata, Donovan empujó su jaula al ver esto y gritó que no la matasen. Los guardias pusieron a la chica de rodillas que miraba fijamente al hombre, el científico apoyó la pistola en su frente y dijo algo incomprensible. Donovan siguió gritando moviendo la jaula mientras yo me quedaba asustada, pero el miedo activó algo en mí y sentí cómo mi columna cambiaba. Todo se sentía diferente, mi piel comenzó a recubrirse de pelo y mis uñas se volvieron garras. Sin miedo alguno empujé mi jaula con fuerza hasta que llamé la atención de esos hombres que soltaron por un segundo a la chica.
-Basta,-dijo el hombre-encerrad a la número 9. Soltad a la 11.
La mujer me miró confusa. Donovan se puso aún más nervioso y suplicó por mi vida. Pero yo sabía que no iba a pasar nada, algo en mí cambiaba cada vez que me transformaba en un leopardo de las nieves. Todo se veía diferente y más intenso, a la vez que mi cerebro entendía que eran ellos la presa, que no era yo la que corría peligro incluso con un arma delante.
Ante el escándalo Montez entró rápidamente en la sala y apartó la pistola de mí. El otro hombre se quedó confuso y apartó a Montez.
-Tenías una sola orden-dijo Montez agarrando el arma.
-Y la estaba cumpliendo, pero esa chica...
-Ella no controla la metamorfosis todavía, debió asustarse. Devolvedla a la jaula y sigue con tu trabajo-dijo devolviéndole la pistola.
Montez sacó una jeringuilla de uno de sus bolsillos y me la clavó en el cuello, sentí el líquido frío y escalofriante entrar en mi sistema y los guardias volvieron a meterme en la jaula sin demasiado cuidado a pesar de la dura mirada de Montez, mi vista comenzó a volverse borrosa y Montez salió de la sala diciendo algo en el otro idioma que yo no conocía.
 Pero cuando giré mi cabeza en un último intento por mantenerme despierta vi la sombra del científico apuntando de nuevo a la chica con el arma y vi a Donovan apartando la mirada con impotencia, un disparo sonó ensordecedor y el cuerpo de la mujer cayó sobre el suelo sin vida, quise gritar, pero los calmantes ya habían hecho efecto en mí y ahora todo daba vueltas y era confuso. Por eso todo aquello me pareció irreal, como si fuese un falso recuerdo y la mirada salpicada de sangre de la número 9 se clavó en mí segundos antes de que cerrase mis ojos.

•Moonrise•Donde viven las historias. Descúbrelo ahora