Capitulo 13

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Dulce despertar

Los recuerdos la bombardearon despiadadamente, provocándole un agudo y tortuoso dolor en la cabeza, como si la estuvieran taladrando por dentro. Escuchó voces y vio rostros –que ahora se le hacían conocidos y familiares-, girando alrededor de ella, como si intentaran volverla loca. Desesperada se llevó ambas manos a su cabeza y la sostuvo con fuerza para tratar de aplacar su malestar, mientras se dejaba caer sobre sus rodillas en la enlodada y mojada superficie del peñasco. Como una consecutiva descarga de flashes, varias escenas de su vida se proyectaron ante ella...

Escalones largos y ascendentes... un amplio patio pavimentado con una modesta decoración botánica y algunas esculturas... una casa... un templo... una pequeña niña de cabellos azabaches con un listón rojo en su cabeza... ¿era ella? Sí... apenas tenía 8 años... Con ojos curiosos, observó una esfera no más grande que una canica grande de color rosáceo, que pendía de un llavero. Un anciano la balanceaba en su mano como un péndulo... su abuelo...

¿La perla de Shikon? ―preguntó ella, ladeando interrogante su cabeza, después de escuchar una extraña historia.

Así es. Esta perla... podría marcar tu destino, Kagome... ―afirmó el viejo con mucha seriedad y tristeza―. Sé que no lo entenderás ahora, pero... es importante que lo sepas... la voluntad de los dioses es incierta y misteriosa... ―hizo una pequeña pausa antes de continuar―. Si una Higurashi y un Taisho llegaran a conocerse, sus corazones estarían destinados para amarse. Al unir sus vidas por aquel sentimiento puro y sincero... esta joya... reaparecerá y su maldición resurgirá con ella...

Las lágrimas se deslizaron libremente por sus mejillas, mezclándose con la lluvia que caía incesantemente sobre ella. Sus empapados cabellos azabaches se agitaron enérgicamente en su espalda por los feroces azotes del viento. ¿Una perla? ¿Una maldición? ¿Una Higurashi y un Taisho... marcados por el destino para amarse? Su aturdida mente se enfocó nuevamente en el rostro de aquel muchacho que la había estremecido y mantenido viva durante tanto tiempo, y que ahora, tenía la plena seguridad de saber quién era y en dónde lo había conocido.

Soy Inuyasha ―se presentó el apuesto adolescente, extendiéndole la mano sin quitarle aquellos ojos penetrantes de color dorado de encima, quitándole el aliento con sólo su mirada.

Un estridente rayo zigzagueante centelleó en medio de la oscuridad tempestuosa. Kagome parpadeó un par de veces con su respiración agitada y fijó su vista con algo de dificultad al frente, reparando en las bravías y destructoras olas de las negras y profundas aguas, que se agitaban violentamente.

Un crucero... una tormenta igual a ésta... una explosión... fuego y gente gritando, tratando de salvar sus vidas... aquel muchacho de ojos dorados estaba con ella y trataba de protegerla, pero...

¡¡KAGOME!! ―gritó desesperadamente una voz masculina, tras ser arrastrada por una feroz ola. Lo que en un principio había sonado como su padre, ahora se mezclaba con otro timbre varonil, el cual, extrañamente supo identificar... Inuyasha...

La azabache abrió sus ojos desmesuradamente. Aquel recuerdo había evocado en ella tanto dolor, frío y oscuridad, y sin embargo, ahora también despertaba una terrible angustia en su alma. De alguna manera desconocida, aún para ella misma, sintió temor... mucho temor por perder a su amado, aún sin haberlo visto... algo muy dentro de ella le indicaba que algo andaba mal... Él estaba en peligro... Los latidos de su corazón se aceleraron bruscamente hasta el punto de faltarle el oxígeno en sus pulmones, haciéndola perder la consciencia casi instantáneamente.

— ¡Kagome! —exclamó desesperado el hombre de claros ojos azules y coleta alta, quién había ido en su busca después que la anciana Kaede lo alertara de su imprudencia.

Marcados por el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora