Capítulo 29

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Marcados

No fue nada sencillo adentrarse a la marchita y desecada selva, -o más bien lo que quedaba de ella-, tampoco llegar hasta su hermano. Pese a las dificultades por las que había pasado, por lo menos se había dado una vaga idea de dónde encontrarlo, después de dejarlo a cargo de la persecución fallida de la mujer de Inuyasha, antes de perderlo de vista.

—¡Jakotsu! Maldición, ¡reacciona! —lo instó el hombre de oscura mirada azulina, zarandeándolo levemente. Sintió alivio cuando lo vio tomar una bocanada de aire y abrir sus ojos negros y enfocarlos en él.

—Hermano Bankotsu —balbuceó débilmente, y tosió—, creí... creí que... moriría solo en este lugar...

—¿Estás bien? ¿Cómo fue que te sucedió esto? —preguntó a modo de regaño, demostrando así su preocupación, al ver sus ropas ensangrentadas a causa de una profunda herida de bala.

—Creo que... me descuidé... —articuló Jakotsu con una débil sonrisa—. Perdóname por... haberte fallado y...

—Olvídate de eso. Vamos, tenemos que salir de aquí —dijo Bankotsu apresuradamente, tomando a su hermano en brazos, como si fuese una chica.

Era raro, lo sabía, pero a estas alturas, poco le importaba. Después de todo, Jakotsu era diferente. Además, se veía muy mal y estaba consciente de que no le quedaba mucho tiempo, pero prefería hacer caso omiso a los pensamientos negativos en esos momentos y llevárselo de ese infierno. La idea de perder a un hermano más, lo consternaba demasiado.

Sin más pérdida de tiempo, emprendió su carrera por el camino más corto, sin contar con el cambio drástico en la atmósfera y su entorno. El lugar que, alguna vez, había resplandecido esplendorosamente con su verdosa y colorida naturaleza, había quedado reducido a un área fangosa y desprovista de vida alguna. Los prominentes árboles milenarios, habían sido reducidos a simples troncos secos y desnudos, algunos aún de pie y otros caídos. Cadáveres de animales de diferentes tamaños y especies, yacían por doquier como si un rociador con altos grados de veneno hubiese caído sobre ellos, acabando con su existencia. El tétrico y lúgubre cuadro realmente parecía extraído de la más tenebrosa película de terror, y como si fuese poco, la situación parecía seguir empeorando. Si bien la zona estaba libre de los masivos ataques de las bestias infernales, podía percibir la inseguridad en cada pisada que daba. La tierra realmente parecía palpitar debajo de sus pies de manera desconcertantemente inestable, como si estuviese sobre el sistema venoso de un ser viviente. ¡Asqueroso!

Escuchó el golpeteo de las hélices del helicóptero sobre él y alzó la mirada, siguiendo, estupefacto, la trayectoria de la aeronave, mientras ésta se dirigía presurosa y evasivamente rumbo al mar. Hubo un momento en el que creyó que todo estaría perdido, pues su único medio de escape se estaba alejando de manera inesperada. Pero, al notar un sorpresivo ataque de un ser con tentáculos en su espalda sobre el helicóptero, supo que, absolutamente nadie, tendría salvación, aún más, cuando vio a una persona caer cruelmente desde lo alto, directamente al gigantesco agujero, contorneado de estalagmitas.

—Parece que ni Inuyasha pudo contra el temible Naraku... —musitó quedamente con tono irónico, descendiendo su melancólica mirada hacia su hermano, quien había exhalado ya su último suspiro, mostrando un rostro pacífico y una leve sonrisa agradecida, dibujada en sus finos labios.

Éste sería el fin para todos...

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Su afligido y desesperado grito hizo eco en las alturas, cuando la mano de su amado Inuyasha se resbaló de su agarre. Sus humedecidos ojos chocolates permanecieron abiertos y fijados en un punto indefinido del agujero, en el vacío y la absoluta oscuridad en la que se había sumergido su alma. Sin vida, sin esperanzas... Simplemente dejó de ser consciente de todo lo que ocurría a su alrededor... de los sonidos, las voces, e inclusive del lugar y la situación en la que se encontraba, como si se hubiese detenido el tiempo para ella.

Marcados por el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora