Capítulo 1

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Tormenta

Después de dos largos años de negociaciones en Hong Kong, Taiwán y las Filipinas, finalmente podían regresar a su hogar. A pesar de las constantes reuniones, convenciones y el poco tiempo dedicado a su familia, todo había valido la pena y sus esfuerzos dieron sus frutos en los últimos balances financieros. Las ganancias habían crecido notablemente, de tal modo que antes de volver a Tokyo, había decidido tomarse unas merecidas vacaciones y compensar a su esposa e hijos por su parcial abandono.

Rumbo a Okinawa, un lujoso crucero navegaba majestuosamente por las turbias aguas del mar de las Filipinas, iluminando con sus diversas luces la oscuridad de la noche y llenando con la suave música instrumental el ambiente. La densidad de las nubes opacaba toda visibilidad de estrellas o de la misma luna en el firmamento, anunciando quizás una pronta tormenta.

Sobre la cubierta principal del navío correteaba alegremente una hermosa niña de cabellos azabaches y tez blanca de apenas 10 años de edad. Su vestido de color crema no aparentaba quitarle movilidad alguna, por el contrario, le parecía bastante cómodo puesto que tan sólo le llegaba hasta las rodillas, brindándole mayor libertad. El único inconveniente era el frescor de la noche que empezaba a tomar intensidad, pero nada que le molestara realmente, al menos no por el momento. Al lado izquierdo de su pecho, resaltaba un parche de tela de casi la misma tonalidad de su vestido, con unas letras bordadas en color rojo, que indicaban ser su nombre. Todos los niños a bordo debían llevar uno, para que pudieran ser identificados con facilidad dentro de la guardería y ante el personal en caso de extravíos.

La pequeña se sentía muy emocionada, pues ésta era la primera vez que se encontraba a bordo de un barco tan grande y vistoso. La sensación de estar en alta mar y sentir la brisa salada chocarle en el rostro, era simplemente fascinante y novedoso para ella. Desde hace algunas horas había estado esperando el anochecer con el único propósito de observar el cielo nocturno. Su padre le había contado infinidad de veces, que las estrellas podían apreciarse en toda su plenitud desde el mar, quizás como en los tiempos antiguos y eso era algo que ella misma quería comprobar.

Detuvo su paso en la popa del crucero y se sostuvo de la barandilla. Alzó su mirada expectante, pero al instante toda su alegría se borró de su rostro cuando vio todo nublado y oscuro. Suspiró con pesar y agachó desilusionada la cabeza. Tal vez nunca tendría la dicha de conocer un cielo poblado de estrellas. En las ciudades lamentablemente no se podía tener un espectáculo de ese tipo...

- ¡Kagome! -La llamó preocupado un hombre alto, de cabellos azabaches iguales a los de la pequeña- allí estás... -suspiró aliviado al divisarla y retirarla rápidamente de la barandilla-. ¿Acaso quieres matarme de un susto? ¿Qué tal si te hubieses caído? No vuelvas a hacerme eso, hija...

- Perdóname, papá. Es que yo... yo sólo... -se disculpó la niña cabizbaja.
El hombre enarcó interrogante una ceja, sin comprender el motivo de tristeza de su primogénita. Si la había regañado, era porque no quería que nada malo le pasara. La amaba muchísimo y realmente se había asustado al verla en un posible peligro. La cargó amorosamente en uno de sus brazos y con su mano libre le levantó el mentón. Kagome lo miró y luego alzó sus ojos hacia el firmamento. Su padre siguió su dirección, comprendiendo finalmente lo que ocurría.

- Ya veo... ¿así que querías ver las estrellas? -dijo con una sonrisa dedicada especialmente para ella. La niña se sorprendió ante la pregunta obvia de su padre y asintió rápidamente-. No te preocupes, te prometo que desde Okinawa también las podrás ver... claro, si el cielo llega a despejarse -aseguró optimista.

La niña se alegró con sus palabras y lo abrazó del cuello. Por alguna razón, él siempre sabía o adivinaba lo que ella quería, sin la necesidad que se lo comentara. ¡Su padre era el mejor!

Marcados por el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora