Capitulo 11

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La misión de Sango

Con gran estupefacción continuó observando la fotografía que sostenía en su mano. No daba crédito a lo que estaba mirando. ¿Qué hacía él en ese retrato? ¿Por qué contenía sus datos personales y características físicas? Y por sobre todo, ¿por qué lo traía consigo aquella mujer aún desconocida? Esto tenía que ser una broma de muy mal gusto.

— Yo también me sorprendí cuando la vi —comentó Miroku, palmeando comprensivamente el hombro del oji-dorado— a menos que se trate de alguna fanática desesperada y frenética, casi podría jurar que todo esto es obra de Naraku.

Aunque era muy probable que las suposiciones de Miroku fueran ciertas, no le encontraba mucho sentido. ¿Por qué le daría Naraku una fotografía suya a una mujer? ¿Para qué? Podría tratarse de una asesina a sueldo, contratada por él para que lo mataran. Una hipótesis muy factible aunque también absurda. ¿Qué le hacía pensar a ese maldito que una mujer podría vencerlo? El hecho que no golpeaba al género femenino, no quería decir que bajaría su guardia por una. ¡Ja! Si ni sus mejores hombres habían sido capaces de derrotarlo. Ella no tendría ni la más mínima oportunidad en un enfrentamiento cuerpo a cuerpo. ¿Qué era lo que pretendía?

— ¿Quién es ella? —preguntó Inuyasha de pronto, queriendo descubrir alguna pista que le ayudara a descifrar los planes de Naraku—, ¿ya has podido interrogarla?

— No precisamente, pero lo que sí te puedo decir, es que ella es una mujer muy bonita. Ni todos esos golpes recibidos, opacarían tal belleza —comentó el oji-azul con una sonrisa pícara en su rostro—. ¡Oh! Y si vieras la proporción de su esbelto cuerpo... visto desde atrás, no hay quién se le resista...

— ¡Miroku! —gruñó Inuyasha, levantando amenazante su puño. Sabía perfectamente bien que su amigo era un mujeriego de peso, pero esto era el colmo. Éste no era ni el momento, ni el lugar para exteriorizar sus pensamientos libidinosos—. ¡¿Quieres ponerte serio de una vez?!

— Está bien, está bien... sólo era una broma —puso sus manos enfrente en modo defensivo para calmarlo, sin poder evitar adicionar algo más— aunque lo de bonita si lo decía en serio —musitó, y antes de ser expuesto a una nueva amenaza, continuó hablando—. Lo único que sé al momento es que su nombre es Sango Taijiya —contestó, pasándose su mano por la barbilla de manera pensativa—, hay algo muy peculiar en todo esto.

— Te escucho —dijo el joven Taisho, cruzándose de brazos y poniéndole total atención.

— Su apellido... estoy casi seguro que es el mismo que empleó Royakan para referirse a uno de los ninjas que nos atacaron en el monasterio Taihei-hi —analizó seriamente, ante la cara de confusión de su amigo— es muy raro, sobre todo porque recuerdo que aquel hombre nos había ayudado a escapar... de manera indirecta, claro, pero lo hizo. Esta mujer, podría ser su hija o algún pariente...

— ¿Qué dices? ¿Estás seguro? —cuestionó el oji-dorado con un frunce de cejas.

— Es sólo una teoría...

Un punto para analizarlo a fondo, más que nada por la aparición de una serie de nuevas interrogantes. ¿Por qué aquel ninja los querría ayudar? No tenía sentido, sobre todo si era uno de los matones de Naraku. ¿Qué objeto tenía? Tal vez, era parte de una trampa o algún malévolo plan de su enemigo. Sí, eso debía ser. Seguro que era un nuevo método para hacer que se confiaran y descuidaran sus espaldas ante un ataque sorpresivo. Pues de ser ése el caso, habría que ser muy cuidadosos. ¿Y esa mujer llamada Sango? ¿Qué relación tenía en todo esto? Si fue Royakan quien identificó a su posible pariente, entonces sólo había una forma de averiguarlo.

Inuyasha sacó rápidamente su teléfono celular del bolsillo de su pantalón y marcó un número. Se llevó el aparato a su oreja, esperando que le contestaran pronto. Al cabo de sonar tres veces, la voz de un anciano respondió al llamado.

Marcados por el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora