Capítulo 27

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Descubrimiento de poderes

¡Kagome!

Suspendida entre el mundo de los vivos y el abismo de la muerte, su subconsciente captó el llamado de una voz masculina de timbre familiar, en apenas, un lejano eco. ¿Quién era? Los sonidos a su alrededor eran turbios, desenfocados y distantes, como si estuvieran a muchos kilómetros de distancia de ella y su sistema auditivo aún se esforzara por captarlos con dificultad hasta que, finalmente, todo volvió a quedar en silencio. ¿Acaso sólo habría sido su imaginación?

Por favor... por favor, mi amor, respóndeme...

Una vez más lo escuchó y esta vez, el clamor de aquella persona había sido más desesperado, más angustioso y más ferviente de lo que jamás creyó llegar a percibir en alguien, obligándola a entreabrir sus ojos con cierta pesadez. Su mirada se enfocó inicialmente en la nada, siendo lo único visible a su alrededor la más absoluta oscuridad. Después de unos instantes, sus párpados se abrieron completamente al darse cuenta que no podía ver absolutamente nada, salvo su propio cuerpo tras examinarse, el cual, de alguna forma se encontraba lo suficientemente iluminado para comprobar que no había quedado ciega, y que lo único aparentemente afectado por tan desconcertante lobreguez era el espacio a su alrededor.

—¿En... en dónde estoy? —preguntó dubitativa, comenzando a agitarse al saberse sola en ese extraño lugar. Un gran vació se instaló en su ser y la angustia se hizo presente en su pecho, sin saber exactamente qué hacer, invocando casi instintivamente el nombre del hombre al que ella amaba—. Inuyasha...

Su espíritu lo reclamó con ímpetu, queriendo aferrarse a él con todas sus fuerzas y resguardarse entre sus fuertes y protectores brazos; sin embargo, su corazón se estrujó dolorosamente al llegar a su mente también, las tortuosas imágenes que le habían sido enseñadas antes de perder la consciencia. Antes de darse cuenta, sus ojos se llenaron de lágrimas y sintió su alma resquebrajarse como un frágil cristal. Él... él la había traicionado...

—Kagome...

Aquel suave y gentil susurró la sacó inmediatamente de sus melancólicas cavilaciones, al percibirlo a una muy corta distancia de ella. ¿Había alguien con ella en ese espacio vacío?

—¿Quién es? —preguntó a la nada por instinto, esperando que aquella voz, identificada como femenina, le respondiera.

—Kagome... —volvió a musitar la misma persona aún no identificada. Segundos después, se materializó en la figura semitransparente de una hermosa mujer de largos y azabaches cabellos, y de vestiduras de una sacerdotisa guerrera—. Finalmente... el cruel juego del destino te ha traído hasta este lugar —musitó ante la incredulidad de la muchacha.

—Tú eres... no, no puede ser... mi antepasado, ¿la sacerdotisa Midoriko? —la reconoció, tras recordar haber visto aquel hermoso rostro en más de un sueño y anteriores visiones. La mujer asintió en respuesta—. Entonces yo... ¿estoy muerta? —inquirió dudosa y ciertamente decaída por tal posibilidad.

—Estás en los límites fronterizos que conectan al más allá con el mundo real —explicó Midoriko, señalando un diminuto haz de luz delante de ellas, que indicaba la entrada al lugar del descanso eterno—, y tú estás atrapada entre ambas partes. No podrás volver, y tampoco cruzar...

—No... no comprendo —balbuceó Kagome, tratando de asimilar la reciente información.

No estaba muy segura de cómo había llegado allí, pero recordaba vagamente haber sido atrapada por Naraku y el susurro venenoso de su voz cerca de su oído, mientras veía como su amor había sido menospreciado por el hombre, al cual le había entregado todo, habiendo estado, inclusive, dispuesta a morir por él si fuese necesario. Inuyasha... ¿cómo había podido jugar de ese modo con sus sentimientos? Era tan doloroso y el solo pronunciar su nombre, fragmentaba más su corazón, y a pesar de todo, lo único que deseaba, era estar a su lado...

Marcados por el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora