Capitulo 5

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Escape

Aquella revelación le cayó como un gran baldazo de agua fría, dejándolo completamente estático y con el corazón retumbante en su pecho. La noticia lo había fulminado en aquel entonces... después de perder a su querida madre y a la niña de su corazón... después de enterarse que había un asesino maniático detrás de su cabeza, sólo para satisfacer su absurda sed de venganza... y luego, cuando Myoga le contó que su mejor amigo también había muerto en aquel naufragio... él casi enloquece de la amargura e impotencia.

Enterarse ahora, que el muy desgraciado de Naraku lo mandó a matar a él y al capitán Hoshi -sin ningún motivo convincente-, lo llenaba de una furia infinita, acrecentando sus deseos de aniquilarlo. ¡Nunca en su vida había deseado tanto ver muerto a alguien! Pero a pesar de todo, una pequeña gota de alegría y alivio llenó su corazón al encontrarse inesperadamente con Miroku... Aún no podía creerlo, pero allí estaba... vivo, ante sus ojos.

— Lo siento, Miroku... ni tú, ni el capitán... no tenían nada que ver en esto... y por nuestra culpa... —apretó con fuerza los puños a sus costados y ocultó su mirada debajo de su flequillo.

Sintiendo la necesidad de respirar algo de aire fresco, caminó hacia el balcón de la pagoda a paso veloz. Se apoyo de frente en el barandal y cerró los ojos. Tomó una gran bocanada de aire, tratando de sosegar la rabia que había comenzado a recorrer por sus venas. ¡Rayos! Su pecho le dolió y una ola de recuerdos amargos golpeó abruptamente su cabeza.

Nuevamente, los angustiosos momentos en aquel crucero revivieron con tanta fuerza en su mente, que creyó volver al punto de inicio de su sufrimiento, palpando con claridad cada una de sus emociones.

Sin que lo desease, empezó a conmemorar el instante de la tragedia... la repentina explosión en la parte baja del navío... había estado con ella... la niña de ojos de color chocolate que había cautivado su joven corazón y que por algún extraño y absurdo motivo, no había podido olvidar.

Inconscientemente abrió los ojos y miró al cielo azul, sumergiéndose más y más en sus recuerdos, mientras una serie de veloces imágenes se proyectaba ante él... rememoró una nueva explosión, pero esta vez en la parte superior del navío... ¡el puente de mando! ¿Allí es en donde había estado Miroku junto al capitán? Tan cerca y tan lejos al mismo tiempo... Ese mismo instante, había perdido a aquella dulce niña... escapó de una bandada de hombres que habían tratado de secuestrarlo y hasta matarlo... y su madre...

— ¡Maldita sea! —gruñó encrespado, golpeando la barandilla con sus puños.

— Tranquilo, amigo. Hasta parece como si no te hubiera dado gusto volverme a ver... te prometo que a partir de ahora, ya no tendrás que sufrir por mi ausencia... —bromeó Miroku al llegar junto a él, queriendo reconfortarlo.

Con lo que más bien parecía una mueca retorcida, Inuyasha formó una pequeña sonrisa en sus labios por el inoportuno comentario del oji-azul. No había cambiado en nada, según lo recordaba. Siempre tan alegre y elocuente pese a las circunstancias.

— Miroku... ¿Cómo fue...? ¿Cómo es que lograste salir con vida? —preguntó, manteniendo su mirada en el horizonte.

— Bueno... según el maestro Mushin, escapamos en uno de los botes salvavidas —contestó calmadamente— aunque francamente, no lo recuerdo —se encogió de hombros— creo que estaba desmayado y cuando desperté, ya tenía tierra firme debajo de mis pies.

Con cierta inquietud en su cabeza, Inuyasha parpadeó y ladeó su rostro hacia Miroku, sin mirarlo en realidad. Se sumergió en lo más profundo de sus cavilaciones, despertándose en él, una absurda pero ínfima esperanza en su corazón. Los botes... muchas personas habían logrado escapar en ellos, a pesar de los fuertes y bravíos oleajes. Quizás... aquella niña y su padre también...

Marcados por el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora