Capítulo 30

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Destino

Concentrada en cada dígito que era transferido a su monitor en tiempos ininterrumpidos, analizó cuidadosamente cada secuencia numérica, cada código, cada logaritmo, que era introducido en el sistema central, esperando encontrar finalmente alguna señal que la pudiera conducir al escurridizo delincuente.

Muchos robos de exuberantes cantidades habían sido reportados en diversas regiones del país, viéndose afectada, en gran parte, la economía de cuantiosos ciudadanos, grandes empresas y entidades bancarias, e incluso, la bolsa de valores y el mismo gobierno. Un sinfín de cuentas financieras habían sido astutamente manipuladas, sin que el culpable dejara rastro alguno. Al inicio fue bastante frustrante no poder saber con quién estaban lidiando, sin embargo, después de exhaustivas investigaciones y varias pistas codificadas del mismo ladrón, supieron con exactitud de quién se trataba. Sólo existía una persona con el suficiente intelecto y habilidad sistemática para irrumpir en los sistemas de seguridad nacional y dejar sutiles mensajes ocultos en cada asalto digital para ser detectado...

—Allí está, ¡es él! —anunció la joven agente pelirroja, apuntando con su dedo índice la pantalla, que mostraba un código específico, diferente a todos los demás.

—Hay actividad en el índice de cuentas del Grupo Financiero Tokio-Mitsubishi —dio señal de alerta el comandante y jefe del FBI, mejor conocido como el Gran Sabio—. ¡Increíble! Ha penetrado ya el sistema de seguridad —indicó, sorprendido por el rápido proceder del hacker.

—Vamos... un poco más... —nerviosa, Ayame esperó impaciente por el último dato que le debía ser transferido a su computador, al mismo tiempo que las cifras bancarias comenzaban a reducirse en grandes escalas; y después de interminables segundos, finalmente la información llegó—. ¡Lo tenemos! —exclamó, tras recibir unas coordenadas, las cuales descodificó sin demora—. Están en Nerima, a dos cuadras del museo de arte Chihiro Iwasaki.

—¡Preparen las unidades! —dio la orden el viejo comandante, dando la voz de mando a todo el personal—. ¡Esta vez no se nos escapará!

—Daré aviso a Inuyasha —informó la mujer, sacando rápidamente su celular para marcar su número—. Tranquilo, Kohaku. Pronto estarás de vuelta.

¡Pobre muchacho! Después de tanto tiempo, él aún no había podido ser rescatado de las ambiciosas manos de Renkotsu, quien lo mantenía cautivo bajo amenazas, y obviamente, controlado con estupefacientes para que obedeciera sus órdenes. No obstante, el adolescente, de alguna manera, en sus breves lapsos de consciencia, se había armado de valor y fuerza para darles indicaciones del próximo asalto y posteriormente, de su actual paradero. Esta vez, ¡capturarían a ese desalmado hombre!

Desde la conclusión de aquella sobrenatural batalla contra inimaginables monstruos y espíritus del infierno, ya habían pasado exactamente tres meses. Había sido muy extraño en un inicio volver a Tokyo y encontrar las ciudades completamente reconstruidas y los verdes campos de los alrededores sin rastros de una previa masacre. Las edificaciones se vieron como nuevas, libres de manchas, y la naturaleza, cual reciente creación. Simplemente, todo resplandeció como si nada hubiese sucedido. Por supuesto que las expresiones de la aturdida gente –cuando retornaron a la ciudad en el único helicóptero, que milagrosamente no se había destruido-, les indicó todo lo contrario.

Según los reportes de los noticieros de esos días, todo había sido un completo caos a nivel mundial, pero tras el surgimiento de un misterioso resplandor blanquecinamente cegador, la abrumadora oscuridad había desaparecido, al igual que los monstruos. Un acontecimiento extraño, inesperado, y sin duda, muy repentino que, al final, le había salvado la vida a toda la humanidad. Desde luego que en un principio, las personas habían creído que todo lo vivido había sido originado por alguna especie de droga o algún cambio atmosférico, un sueño quizás, pero al ser conscientes de la pérdida de innumerables vidas humanas –entre ellos sus seres queridos-, asumieron la realidad. Fue muy duro para ellos no tener cuerpos qué enterrar, pues éstos habían desaparecido como por arte de magia, dejando atrás únicamente sus vestimentas, como prueba de que alguna vez estuvieron entre los vivos.

Marcados por el DestinoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora