Capítulo X: La Caída de Slytherin

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Hogwarts volvía a ser tan bulloso y poblado como antes. Las vacaciones habían llegado a su fin, y no precisamente en buenos términos. La primera noticia que recibió mi casa es que la profesora McGonagall nos había quitado veinte puntos por mi culpa (como castigo por entrar a la Sala Común de los leones) y, bueno, no se lo tomaron demasiado bien. 

— "¿¡Quién demonios pierde puntos durante las vacaciones!?" —repetí furiosa lo que decían en mi Sala Común mientras limpiaba los lavabos—. Alguna gente, Melissa, ¿de acuerdo? Alguna gente.

Myrtle la Llorona rió. Llevaba una semana entera viniendo todas las tardes a limpiar el moho de sus retretes, también a pedido de McGonagall.

— Melissa tiene un punto —me dijo. Parecía de muy buen humor con mi castigo—. Ni yo perdí puntos en vacaciones.

— Ya —suspiré. Era increíble la cantidad de humedad que había en este baño, se creaban hongos con demasiada facilidad—. ¿Y cómo hago que dejen de odiarme?

Myrtle me miró sorprendida.

— No lo sé —empezó a sollozar—. ¡Ya sabes que igual me odiaron, insensible! —se secó una lágrima—. ¡Eran todos tan malos! Me usaban como chivo expiatorio para sus problemas.

Medité.

— Myrtle, ¡qué gran idea! —sonreí esperanzada. La fantasma parpadeó, confundida—. ¡Necesito un chivo expiatorio! Ahora sólo necesito que alguien pierda más puntos que yo.

La fantasma suspiró.

— Ah, no sé cómo Ravenclaw no gana la copa de las casas más seguido...

Tras ese día empezó una serie de eventos desafortunados que llevaría a la caída de Slytherin en tan solo una semana, y no, en ese momento creo que ninguno de nosotros tenía idea.

Luego de la charla con Myrtle, se me ocurrió una idea mil veces mejor para que dejaran de señalarme (o eso pensé en el momento). Draco, como siempre, no dejaba de molestar con su "San Potter" para todo tema que le irritaba: Buckbeak, los dementores, Sirius Black y, cómo no, el hecho de que existe. Así que pedí la ayuda de mis amados gemelos para meter alcohol por los pasadizos secretos y fundé oficialmente el juego de beber "toma un trago cada vez que Draco hable de Potter" en una mañana antes de clases.

Mientras que Blaise y Daphne me aplaudieron por conseguir cerveza de mantequilla y whisky de dragón (creo que ninguno de nosotros se había emborrachado antes), Margot y Theo compartieron una mirada.

— Delta —llamó Theo muy serio—, ¿cuántas botellas tienes ahí atrás?

Miré las canastas que había organizado junto a un armario. 

— ¿Las de 2 litros? —pregunté, mirando— No lo sé, ¿unas cien? ¿Es suficiente? 

Mi amigo, sin decir nada, enterró su cabeza entre las manos. 

Esta vez fue Margot la que habló:

— Sirrah, ¿acaso no tienes esa pequeña voz en la cabeza que te dice todas las posibles consecuencias de algo que vas a hacer antes de que lo hagas...? —fruncí el ceño. No entendí a qué se refería—... Eso explica mucho.

— ¡Vamos! ¡Será divertido! —intentó persuadir Daphne—. Estoy muriendo del aburrimiento. 

— Acabamos de llegar de las vacaciones —repuso Theo.

— Y estoy muriendo —asintió, moviendo sus manos exageradamente—. Yo digo que es una idea grandiosa, la mejor que Sirrah ha tenido nunca. Estoy cansada de Draco y su blablablá. Además, nunca he podido beber más de dos botellas de vino —Blaise vitoreó en señal de apoyo.

Sirrah Black & el Prisionero de Azkaban | SBLAH #3Donde viven las historias. Descúbrelo ahora